Lucía, querida Lucía….:
Cómo es posible que a casi 30 años de unir
nuestras vidas con tanto amor, buenos momentos,
alegrías, llantos por vivos y por muertos,
no entendamos los dos que estos celos, rabias,
rencores, desesperanzas, diálogos truncos interrumpidos por enfado sin razón,
sean los principios que nos permitan discurrir
cuánto hay de bueno y rescatable en nuestras vidas.
Mirá que hasta Tancredo se enrosca en
su silla preferida, esperando una caricia
y la comprensión de sus amos.
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