El viejo amor, salió de los recuerdos. Cuando abrí sus cartas y vi las flores muertas aprisionadas entre las hojas de aquel libro de poemas, quise volver a oír las dulces melodías que al piano me tocaba mientras me sonreía.
La busqué ansiosamente hasta encontrar la vieja casa. Yo, temblando de emoción, no me atrevía.
El llamador estaba tan cerca y tan lejos. A través de las rejas oxidadas se oían voces y en el jardín ahora descuidado, estaba ella.Su sombra encorvada, taciturna, con sus ojos de miel muy apagados. Me alejé despacio con una sonrisa menos en el arcón de mis recuerdos mientras mesaba mis cabellos grises.
Esa noche no pude dormir pensando en ella. Las veces que en la cazuela del teatro Colon nos deleitábamos con su mágica música. Cuando me invitó a su casa y me dio una foto suya. Era una muy buena pianista. Cuando le tiraba libros de poemas en el jardín de su casa. Tantas cosas, siempre llamaba ella. Después, el silencio. Durante muchos días no llamó. Fui hasta su casa y dejé una carta que no tuvo respuesta.
Pasados dos meses, tamaña sorpresa…
Recibí una invitación de casamiento: Amalia Mate con el señor Roberto Daposo. Esa noche fui a la iglesia. Ella resplandeciente del brazo del hermano rumbo al altar. Una fugaz mirada cuando pasó a mi lado. Lo mismo en el atrio.
Al mes atendí el teléfono:¿Carlos? Soy la amiga de Amelia que tuvo la mala idea de comenzar todo eso como una broma. Le pido perdón. Quiero decirle que Amelia lo esperó. Estaba enamorada de usted. Sorprendido le contesté….pero si yo en ese momento no tenía nada. Estaba estudiando y lo poco que ganaba casi no me alcanzaba para la carrera de medicina…de cualquier manera te tengo que agradecer porque conocí a una mujer maravillosa. Algún día me gustaría que nos encontráramos para charlar.
Volví para la casa de Amelia, esperé casi una hora hasta que salió al moribundo jardín. La llamé: Amelia…!! Levantó su mirada camino hasta la puerta y preguntó: quien es usted?
Soy
Carlos. Pasaron muchos años y ahora que te encontré, no nos volveremos a separar.
Levantó la mirada. Sus ojos azules se llenaron de lágrimas. Empujé la puerta y
la abracé un largo rato.
A la semana todo comenzó a cambiar. Una legión de obreros, jardineros paisajistas cambió rotundamente el aspecto de la casa. Dos eficientes amas de llaves la cuidaban constantemente y ordenaron su placard. Cuando la volví a ver, parecía otra persona. Todo su vestuario fue renovado.
Saqué entradas para el Teatro Colón para un concierto de piano, pero esta vez en la platea. Cenamos juntos y cuando nos despedimos ella dijo…dame el beso que estuve esperando.
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