- ¿Y vos Anna que tenés para contarnos?…
– Estoy como siempre, en el hospital, en medio de esta pandemia asesina. Me afectó cuando ves que mueren pacientes a los pocos días de ingresados, con su familia angustiada al recibir la noticia de su muerte.
– - ¿Tenés alguien con vos?
– - Me anda revoloteando un colega. Pero estamos tan ocupados que ni tenemos tiempo para tomar un café… Un día de tranquilidad, salimos a almorzar. Se me declaró. Me gusta. Y lo acepté. Ni nos podemos comprometer en medio de este caos. Parece mentira, nuestro primer beso fue en la sala de médicos. Según parece, esta calamidad va para rato. Menos mal que estamos todos bien.
– - ¿Julie, qué es de tu vida?
– - Por ahora, no tengo novedades. Sigo viviendo con mi mamá. Eso sí, estoy contenta porque recibí una invitación para incorporarme a la NASA. Pero por ahora, no puedo viajar. La semana que viene, partirá un vuelo de la embajada. Dejaré a mamá con una prima que vive cerca de casa y que aceptó cuidarla. Huérfana de madre, estuvo casi todo el tiempo en casa. La adora.
La confitería, luego que amainó, quedó casi desierta. Entró una muchacha prácticamente empapada con un changuito de regular tamaño. El encargado le hizo seña para que se acercara de la cocina. El abrigo, raído apenas la cubría. David, había observado el hecho. Trajo dos bolsas que casi llenaron el desvencijado artefacto. Llamó al mozo.
– ¿Quién es esa chica?
– Viene del asilo de huérfanas. Todas las noches le damos los alimentos que mañana no servirán.
– - Esta temblando: Prepárele una mesa y sírvale comida caliente con la bebida que quiera y el postre que elija. Yo pagaré la cuenta.
Así se hizo, el mozo lo señalo a él. Con una débil sonrisa cuando lo miró. El abrigo lo llevaron a la cocina para procurar secarlo. Comió un guisado que los cocineros habían preparado para el personal, seguido de un flan con crema y dulce. Un té. Lucía satisfecha y feliz. El camarero la acompañó a la salida. Ella se dio vuelta y lo saludó sus manos unidas en señal de agradecimiento. David quedo impactado.
– - Que bien que estuviste, con esa chica viejo: brindamos por vos… y por Julie.
Eran los últimos parroquianos. Se despidieron afectuosamente.
– - Hasta el mes que viene amigos.
David tomo un taxi, dejando a Roberto en su casa. Le abrió el portero nocturno. Al llegar a su piso tomo una reconfortante ducha, llevándose a la cama una generosa medida de Chivas Regal con un trozo de torta que su cocinera había dejado. Se durmió profundamente. A la mañana siguiente, llamó a su secretaria y le contó lo sucedido:
- Rosalía Hágame un favor. Averígüeme donde queda el asilo y con quien tengo que hablar. La llevará el chofer y luego váyase a su casa.
A la mañana siguiente, al llegar a su oficina, Rosalía lo saludó y le sirvió un café:
- Señor: me apersone al orfanato, está bajo el cuidado de las Carmelitas descalzas. La hermana Superiora, me atendió muy bien y me puso al tanto de la situación. Reciben muy pocos subsidios: donaciones, que a veces no alcanzan, por lo que tienen a salir a conseguir vituallas. Es el caso de la chica que estuvo en El Greco. Le pregunté su nombre, - María dijo. Es la huérfana más antigua. Me contó su historia:
-Una noche desapacible de invierno, golpearon la puerta fuertemente. Abrí, me encontré con una pequeña canasta. Y oí el llanto de un bebe. La entre, me encontré con una beba bien arropada y una nota que todavía conservo: Soy madre soltera, mi pareja me abandonó. No tengo ningún recurso. Cuídenla… que Dios las bendiga.
- Gracias Rosalía.
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