La Transformación PARTE 1/4 (c)

 Eran cinco entrañables amigos: Julie, Roberto, Anna, Julia y David. Julie una exitosa diseñadora  de modas. Roberto eligió la carrera policial en la academia Ramón Falcón. Anna, cirujana. Julia, ingeniera en comunicaciones y David Financista. En la secundaria, se conocieron. Formaron un grupo que se afianzó con el correr de los años de estudios. Cuando finalizaron el bachillerato, siempre comunicados, se reunían cada mes en el Greco, la confitería más prestigiosa de Caballito. Aunque les quedaba a trasmano, era un buen lugar. Sobre todo porque tenían un saloncito alejado del bullicio. Pero esa vez les armaron la mesa a un costado del salón, dado que lo habían reservado. Todos, a la hora señalada, llegaron puntualmente menos Julia. - ¿Se habrá olvidado de la reunión?

Comenzaron a servirse. Su celular no contestaba. A los 45 minutos, llegó agitada.

        Perdonen mi tardanza.

        Esperá, tomá algo y después nos contás…

        No puedo, tengo que decirles que estoy de novia y me voy casar. (Asombro general). Fue fulminante.

        Contá como fue ese fulminante.

        Fue por mi billetera. Cuando Salí de mi oficina, en la calle, la temperatura había bajado. Cambié de mano para ponerme el saquito, tomé un taxi para llegar a casa, pagué con la plata que tenía en el saco. Cuando llegué, estaba tan cansada, que me preparé un sándwich y un café y caí rendida.  A las tres, fui al baño, me puse a duras penas el piyama. Mi mucama, que llega a las nueve, me vio tan profundamente dormida, que no me molestó. Cerca del mediodía, atendió el portero eléctrico: – ¿Aquí vive la señorita Julia Orozco? Vengo a traerle la billetera que perdió. Patricia me despertó. Entre sueños le dije: – Hacelo pasar.

Me puse una bata. Al recibirlo lo mire y noté que era muy apuesto. Él me entregó la billetera. Yo ni desayuné, le dije – ¿Quiere tomar un café?  Y me contestó: – No, gracias. Tengo una reunión en mi oficina y no acostumbro a hacer esperar a la gente. Le dejo mi tarjeta y luego de un breve saludo, se retiró.

Cuando desayuné, pensé lo mal que había tratado a ese hombre. Llamé a su oficina.

La secretaria me atendió: – El abogado esta en reunión. No le puedo pasar llamadas. Déjeme sus datos y se los pasaré.  

– Dígale solamente: billetera.

A la mañana atendí el teléfono y era él: –Disculpe que no la pude atender.

– NO, la que tengo que pedir disculpas soy yo por la forma en que lo atendí. Le propongo que nos encontremos para cenar, pero con la condición de que usted será mi invitado.

– Lo que más me atrae, es que no tendré que pagar yo (risas).

Cuando llegué al lugar, él estaba esperando en la barra. Mi corazón se aceleró. La cena transcurrió en medio de muchas preguntas. Como eran mis gustos: si estaba saliendo con alguien. Yo hice lo mismo. Me acompañó a casa. Al, llegar en la puerta, me tomó del brazo y me atrajo hacia él. Nos besamos apasionadamente.

Salimos muchas veces. En uno de los paseos, una hermosa tarde, llegamos al Rosedal. Nos sentamos en una de los tantos bancos. Allí en medio del perfume de las  rosas, se arrodilló, sacó un estuche con un anillo y me dijo: – ¿te quieres casar conmigo?

Un aplauso general. La primera en comprometerse…de la barra!    

– Felicitaciones!... mozo! traiga una botella de champán.

Brindaron. Siguieron conversando animadamente… 

 

(...continúa)

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