Había hecho parte de su carrera en los más prestigiosos hospitales del exterior. De regreso a su país, comenzó a atender en los pueblos más alejados de las grandes urbes entendiendo que los más desprotegidos necesitaban ayuda. Algo en el país no andaba… Gente sin trabajo, viviendo de los planes sociales, peleas políticas, fábricas cerradas, negocios gastronómicos con trabajadores sin trabajo y empresas moribundas. Reflexionó sobre sobre todo eso. Juntamente con su colega David, que pensaba como él, en las largas charlas matinales desayunando en el bar. Fue la gota que desbordó el vaso, cuando lo encontraron cerrado. Decidieron unirse a médicos sin fronteras… Su destino: África. Entebe era una nación pequeña pero llena de oportunidades.
Desde Dodoma, su capital, con huellas de los ataques sufridos por los rebeldes, partieron hasta la zona menos explorada. Luego de varias horas de viaje tuvieron que dejar los vehículos. Con portadores siguieron a pie por intrincados senderos. De pronto, al llegar a un claro, se vieron rodeados por furibundos guerreros; uno de los portadores, les hablo en Suajili para calmarlos. Antony sacó de su mochila collares y espejitos ofreciéndoselos… los ánimos se fueron calmando. Los condujeron a través de la espesa jungla por dos horas hasta llegar a la aldea. Estaba bien conformada. En el centro de la misma, una gran choza central de la cual salió un anciano erguido ante el cual los nativos se arrodillaron. El cargador le dijo:
-venimos en son de paz trayéndoles ofrendas y gente para ayudarlos a vivir mejor-, mostrándole los equipos y señalando a los médicos.
-Nosotros tenemos todo. No necesitemos nada pero ya que vienen en son de paz, les enseñaremos las sendas para volver.
Antony le pidió al traductor: - Gracias, pero déjenos quedarnos un tiempo para ver a gente enferma.
-No. Tenemos al Chaman. Dentro de dos lunas se irán- Dio media vuelta y entró.
Había transcurrido una luna. Del interior de la vivienda del jefe, salieron gritos desgarradores.
Estaba despuntando el día: Antony despertó al portador -Acompáñeme a ver al jefe.
-Señor, tengo miedo. Caminaron hasta la entrada. -Señor: el hombre blanco, atenderá a la persona enferma aquí.
Apareció el jefe: -está el chamán y sus curas parecen no tener efecto. Pasa hombre blanco a ver al enfermo y trata de curarlo. Pero si fallas, todos ustedes morirán.
Así lo hicieron. En un lecho de hojas, yacía un hombre joven que se retorcía a cada instante. Lo examinó.
-Tiene una gran peritonitis. Si no lo operamos ya, morirá. Que se retire el chamán y ventilen ese humo.
Trajeron todo el equipo. Con David, le anestesiaron. Hicieron retirar también al jefe.
-¿No será demasiado tarde?
Comenzaron la intervención. Duró cerca de dos horas. Por vena le inyectaron suero y drogas para parar la infección. El semblante del enfermo lucia más tranquilo. El jefe, que después se enteraron se llamaba Wuto, vio a su hijo, se distendió. Cuando quiso entrar el chamán se lo impidieron. Pasaron varios días. El interior de la vivienda lucia totalmente limpio. El paciente tenía buen semblante y su rostro había perdido la extrema palidez. Lo alimentaban con pequeñas porciones de los alimentos que traían.
Un día, inolvidable, tomó el brazo de Antony y esbozó una sonrisa de agradecimiento. Todo fue alegría. Un gran festín les brindó. Comenzaron a examinar a casi todos, encontrando muchas dolencias. El agradecimiento fue total. Les llevaron infinidad de ofrendas. Con ayuda de casi todos los nativos, la aldea cambio radicalmente. Los viejos hábitos fueron eliminados y cambiados por nuevos protocolos. Antony, considerando que su tarea estaba cumplida, decidió regresar. Una gran celebración lo despedía. Wutolo lo abrazó y le entregó una gran piedra centelleante, símbolo de su poder: -Es mi más grande tesoro: quiero que sea tuyo en señal de todo lo que has hecho por nosotros.
Lo guiaron por senderos durante unos días hasta llegar a Entebe. El avión hizo una escala en Amberes. Decidió quedarse unos días allí.
Llevó la centellante piedra para que la examinaran. Grande fue su asombro y la de los expertos. Resultó ser el diamante más grande del mundo, con un incalculable valor, superior al Koh-i-Noor de 108 kilates.
En Londres, fue
subastado y vendido por millones de libras. Una vez tallado en Holanda, cuna de
los tallistas, tuvo 140. Su valor en el remate en Christie’s en Londres, fue de 540 millones de libras.
Todo lo recaudado fue volcado en la aldea. Nuevos caminos la unieron a Entebe. Con la construcción del nuevo hospital, se transformó en el más importante del país. Estaba dotado con la última aparatología existente. Se incorporaron más profesionales y se capacitó a enfermeras nativas.
Otro gran logro que sorprendió al mundo… Las donaciones vinieron en cantidades sorprendentes… Algo bueno había comenzado…
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