La Esquina Vacía (C)


C
on sus casi 70 años, Andrés tomó su último trago de gaseosa en aquel bar de su barrio. Estaba meditando de regreso a su casa, qué hacer con su soledad. Hacía un año que su esposa lo había dejado víctima de una enfermedad terminal.
Prendió todas las luces (necesitaba mucha la luz) encendió el televisor, llevó frutas a la cama vacía y un chocolate de buena marca. Esa noche no pudo conciliar el sueño.  Los fantasmas del pasado lo acosaban. Recuerdos, recuerdos que se agolpaban en su mente…. Se levantó, fue a la salita donde se refugiaba a escribir o a meditar, prendió la computadora. Conocía bastante su manejo, gracias a las enseñanzas de Mariella y de su hijo Pablo, había aprendido con alguna dificultad a chatear y curiosamente puso un mensaje singular: “Quiero  comunicarme con vos,  si estás sola y querés conversar…soy Andrés.  Tengo (y pensó cuantos  años me saco?)  60 años y estoy muy solo”-
Tomó otro whisky y el sueño comenzó a invadirlo. A las 3 de la mañana se durmió hasta las 11 cuando el sonido intermitente del teléfono lo despertó. Era Pablito:
- Te desperté viejo?
- No, estaba punto de levantarme…(gran mentira)
Charlaron de un montón de cosas, tales como: …tenés que salir, cuidate, alimentate bien,  caminá, regá las plantas, y cuidá mucho a Sol (el gato que le hacía compañía).
Así pasaban los días. Una tarde encendió la computadora y apareció un mensaje: Andrés… soy Julia y también estoy muy sola…tengo dos años menos que vos…
Ese fue el comienzo de esta historia. Todas las tardes estuvieron conversando, los temas eran inagotables.  Julia tenía una gran cultura y un profundo conocimiento.
Una vez Andrés escribió: Julia,  yo te conté casi todo de mi vida, pero conozco muy poco de la tuya.
Y en ese momento ella se sinceró: Soy separada hace 7 años, cuando encontré a mi esposo en la oficina de mi empresa besándose apasionadamente con la secretaria. Perdoname no quiero contarte más.
Está bien…no sigas…escribió Andrés.

Cada vez las conversaciones se hicieron más íntimas y más extensas.
Finalmente él tomó coraje y puso: Julia, tengo grandes deseos de que nos conozcamos, entraste en mi vida y reviví… Pausa …
Andrés,  dejemos las cosas así, no rompamos la magia que nos envuelve.  Y así siguieron muchos meses más. Hasta que Andrés le dijo: Julia,  el domingo por la mañana estaré en la esquina de Directorio y José María Moreno. Allí hay una farmacia. A las 10. Llevaré un libro,  quiero,  necesito conocerte. No me interesa tu aspecto, solamente quiero mirarte a los ojos… Luego apagó la computadora sin esperar respuesta.
El día llegó. Se levantó temprano, desayunó frugalmente leyendo las noticias destacadas de La Nación.  Se vistió con saco sport y al salir, miró al bastón junto a la puerta…No, no lo llevo. Bajó con lentitud la escalera tomándose de la baranda. El tomar el polvo contra la artrosis todos los días le daba un apoyo psicológico. Caminó despaciosamente hasta esa esquina vacía.
Nada…, nadie. Sólo le llamó la atención el ver pasar varias veces a un automóvil de gran porte con vidrios polarizados,  que luego se alejó raudamente. A las once menos veinte volvió a su casa decepcionado.
No prendió esa tarde la compu. Paso una semana y ya no pudo más…Julia,  por qué no viniste? Quería conocerte, simplemente conocerte, escribió.
Nada,  no hubo contestación, igual que la esquina la pantalla estaba vacía.

Pasó casi un mes. Ya había perdido las esperanzas de comunicación con Julia. Después de mirar una película, buscó en los emails con la secreta esperanza de una respuesta. Para su sorpresa había recibido un mensaje de Julia:
Andrés, te mentí, no tengo dos años menos que vos. Soy bastante mayor que vos, siempre te recordaré…

Julia, Julia querida, yo también te mentí. Me saqué unos cuantos años. Tengo artrosis de rodilla, uso bastón y tomo medicamentos para eso. Estamos iguales con las mentiras. Lo que empezó como un  juego se fue transformando en una bella amistad que no quiero perder. El sábado como te dije aquella vez,  te estaré esperando en la misma esquina vacía. Solamente quiero mirarte a los ojos…

El sábado estuvo allí. Puntualmente paró el mismo auto que había visto aquella vez. El conductor abrió la puerta y allí estaba ella….llevando sus años con elegancia, erguida, vestida con suma distinción con sus ojos celestes protegidos por unos hermosos lentes….
Andrés no tenía el libro, pero ambos se reconocieron…Le acercó un ramillete de pequeñas rosas y la miró muy de cerca. La besó en la mejilla y mágicamente la esquina quedo llena de amor…

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