El Milagro (C)


E
l pueblo era pequeño, la principal autoridad mostraba la leyenda: “Intendencia regional número 34 Salvatierra”, una bandera gastada por el tiempo ondeando tímidamente, la pequeña iglesia del lugar que ni campana tenía -el cura utilizaba una pequeña de mano para llamar a misa-, a metros más allá la comisaría con un solo calabozo -usado a veces para que duerma en él algún lugareño pasado de copas-, un desvencijado escritorio, dos sillones muy gastados y un armario donde guardaban las armas: una escopeta calibre 12, un revólver, 15 balas y un sable medio oxidado. Al frente la unidad móvil,  un Ford del año 37 que a veces andaba. Estaba a cargo del  sargento Ramírez,  nacido y criado en el pago y junto con el cabo Segismundo Sosa constituían la dotación.
Eso sí,  habían llegado refuerzos, dado que la fiesta patronal estaba cerca. Se celebraría “El Festival de la Sopa”. El 27 de Noviembre de cada año la gente del lugar y de los  pueblos aledaños se reunía en el derruido local de la Sociedad de Fomento “General Barrientos” -en honor al integrante de la expedición al desierto que pernoctó un día en la pensión de Doña Emilia ocupando una de las dos habitaciones del lugar-, un viejo edificio que alguna vez fue criadero de pollos. En ese lugar sobre tablones prestados por el aserradero “El Serrucho sin dientes” los participantes colocaron los diversos recipientes para la sopa: ollas de hierro, de barro, latas de veinte litros de lubricante (muy lavadas) con manijas de alambre de fardo doble,  hasta un tambor de 200 litros cortado al medio. Los caballetes habían sido cedidos por el almacén de Ramos Generales “Aquí Galicia”. Los ingredientes eran de los más variados: gallinas copetonas, cabezas de chancho, palomas, cuises de la laguna, todo tipo de vegetales grandes y frescos, choclos con su vestido verde, papas negras gigantes, zanahorias,  zapallos, porotos y los famosos chorizos orgullo del pueblo. Todo eso y mucho más constituían el cuadro de matices y sabores.
El comienzo de la competencia con un plazo de dos horas,  estaba marcada por la campana de Fermín (muy amado por todos),  que aparte de ser el guía espiritual,  hacía de farmacéutico, partero y boticario.
El jurado compuesto por el fotógrafo y  director del periódico regional, el director de sepelios del pueblo cercano y doña Clotilde Prueba, esperaban con impaciencia el comienzo del importante certamen ansiosos por degustar y consagrar a la sopa ganadora.
Algo hizo que todas las miradas se dirigieran al cielo. Dos gigantescos helicópteros uno con los colores Papales descendió en el campo adyacente al evento,  mientras el otro quedó como vigilante, levantando una polvareda impresionante. De él  comenzaron a bajar distinguidos Obispos, que rodearon a una figura singular…EL PAPA.
Don Fermín escuchó la súplica entrecortada de lo que era el secretario privado del Papa,  que en italiano entrecortado pedía… “presto, presto, un bagnio per il Papa!!!!! Sua Santidad necesita urgentísimo un bagnio” .
Trémulo Fermín lo condujo al único baño químico que hacía menos de una hora había llegado como donación de la empresa EMBOCARE S.R.L.  El Papa se introdujo con semblante lívido en él y luego de varios minutos salió con semblante diáfano. Su necesidad urinaria había sido satisfecha.
Acuciado por los prelados que lo acompañaban y después de dar la bendición a los asombrados lugareños, volvió a subir al aparato que se perdió en pocos minutos entre otra nube de polvo y pasto.
El comentario general se centró en la inesperada y divina visita. El festival por más de una hora estuvo suspendido. Don Fermín ni lento ni perezoso dispuso que el cabo Galeano quedara en consigna frente al baño químico. A la gente que lo quiso usar incluido el donante, los mandaron a los yuyos cercanos. Después el festival continuó.
Entre sopa y sopa se sucedieron los comentarios.  Finalmente el jurado consagró ganadora a Doña  Suplicia Pumarola por su sopa de 23 sabores  (con el condimento de  una alpargata que unos gurises habían encontrado en un charco en   medio de la tremolina). Caía la tarde y lentamente la gente se retiraba. El director del periódico regional exultante por la nota impensada fue uno de los primeros, los sulkys y la bocina del destartalado micro especial que llamaba a los remisos constituía un espectáculo aparte.
Al anochecer dos sombras se acercaron al sanitario vigilado por el dormido cabo Galindez que roncaba como un aserradero, y a la luz de una linterna casi sin pilas retiraron el bendito recipiente. Fueron Don Fermín y el oficial Ramirez los encargados de llevarlo con gran cuidado a la capilla
La conversación entre los dos duró hasta casi terminar la gran pava de agua, fueron muchos mates con la yerba gastada. El misterio de tan larga conversación fue develado a los diez días en que Fermín publicó en el diarito regional (que había triplicado su tiraje de 500 ejemplares) el siguiente aviso:
“Como todos sabrán, en Salvatierra (intendencia regional 34) su Santidad por mandato divino, nos visitó y nos dejó el orín Papal…¡Bendito sea!. Gracias a ello y para que no falte en ningún hogar, le ofrecemos un frasquito vertedor (para curaciones, milagritos, etc.) de 25cc al precio donación de 20 pesos. El mismo está debidamente  certificado por Fermín, Párroco Emérito de este pueblo”.
A los pocos días se agotó rápidamente el stock y luego de cuatro días llego un nuevo envío más importante. Tal era el flujo de dinero, que el Banco de la Provincia dispuso el envío de una sucursal rodante con dos empleados. Se refaccionó la capilla a nuevo con un moderno campanario, la pensión de Doña Emilia se amplió de dos habitaciones a cuatro, se instaló un Centro de Salud, se nivelaron las calles y se puso a nuevo la única escuelita…
Pero el milagro se acrecentó cuando la  ganadora del concurso Suplicia Pumarola cayó en un estado de inconciencia total a raíz del atracón de su propia sopa, que hizo temer por su vida. Habían solicitado sus once hijos la extremaunción. Don Fermín  se acercó al lugar, donde las cuatro lloronas del pueblo rodeaban el lecho cubierto con estampitas de todos los santos imaginables, puso 3 o 4 gotas del frasquito papal en la frente de la moribunda haciendo la señal de la cruz.  A los 5 minutos Suplicia abrió los ojos, se sentó en el lecho ante la atónita mirada de los presentes y dijo: “Tengo hambre” mientras sacudía  la colcha con tanto ímpetu que las estampitas y cruces cayeron al piso de ladrillos. Don Fermín se apresuró a ordeñar a Aurora la vaca atada al palenque para preparar un tazón de mate cocido y leche al que agregó cuatro galletas de campo. Las lloronas salieron gritando  a los cuatro vientos el milagro conseguido.
Al atardecer era tal la cantidad de vehículos,  sulkys, carros y gente en bicicleta y a pie, que ocuparon totalmente las cercanías del lugar, gente con muletas en silla de ruedas portando todo tipo de ofrendas, terneros, gallinas, cerdos, vestidos de novia,  vinos regionales y mil cosas indescriptibles.
Fueron pasando los días, y la cosa se fue calmando. En la Capital el Jefe de Redacción de la revista más importante del país se acercó al escritorio de dos jóvenes periodistas Simona y Horacio Rellim y les dijo …
-Muchachos, porque no se van hasta Salvatierra a ver que cuernos pasa allí?
Luego de manejar siete fatigosas horas llegaron, almorzaron en el ahora moderno almacén y restaurant “Aquí Galicia” y lograron entrevistar  a Fermín que los atendió, luciendo muy cansado…
-Muchachos por que no vienen mañana al mediodía, comemos algo y les doy la nota?
Así hicieron.  Después de pernoctar en la renovada pensión de Doña Emilia, llegaron a la nueva iglesia. Horacio abrió la entrevista:
-Don Fermín, la historia es alucinante, pero permítame preguntarle algo: obviamente lo que me diga quedara entre nosotros tres, de hecho apago el grabador: Cuántos frasquitos de la  orina sagrada vendió?
-Hijos sinceramente no lo sé,  perdí la cuenta.
-Pero supongamos que fueron teóricamente 1000, 25cc cada uno…las cifras no dan!!! Ni por milagro Su Santidad hubiera podido orinar tanto!!!
Fermín  con un guiño picaresco  palmeándole la espalda  se acercó a Horacio susurrándole: El agua bendita hace eso: un milagro. Creo que me quedaron muy pocos frasquitos se los voy a das a ustedes dos. Esos sí,  no se los cobro.
Simona y Horacio se quedaron unos días más conversando mucho entre ellos, descubrieron que la magia de ese pueblo los había conquistado…
Cuando llegaron a la redacción el secretario preguntó
-¿ Cómo les fue en Salvatierra?
-…Fue gastar plata para nada. Es un pueblo tranquilo de provincia, no vale la pena, en ese lugar no pasa, ni pasará nada interesante…
Al salir, Simona le dio un beso en la mejilla a Horacio y esbozaron ambos  una sonrisa cómplice  mientras se dirigían a sus escritorios. 
Mientras tanto en aquel escondido pueblito el escudo de la Intendencia fue cambiado por otro que decía:
”Salvatierra Pueblo Bendito, cabecera obispal 34, Intendente Vitalicio Fermín Pérez (ex – Párroco)”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

MUCHAS GRACIAS POR TUS PALABRAS ! ! !