Carta de un Padre (C)



Querido hijo en Australia. Te escribo estas líneas para contarte algo terrible. Si después de leer esta carta te impresionas, entonces no la leas.
En el pueblo donde te criamos de ninio festejamos el cumpleaños y el aniversario de muerte de Don Fermín (1909-2001) el mismo día. Ese maravilloso boticario, oculista y enterrador (que bien lo hacía) y decidimos hacer dos cerdos asados y una gran paella para todos, que serían 56.  Se hizo una gran pila de ramas secas (algunas verdes).  Se pusieron unos elásticos de cama que los proveyó el mecánico y panadero Don Elías Salmuera. Pero coño!!! No hubo forma de encender la maldita madera. Nos lienamos de umo y no hubo caso… Como soy medianamente inteligente (no te olvides que tengo el Diploma del Jardín), se me ocurrió tirar entre la madera un aerosol de bencina para limpiar. Pero no hubo caso. Entonces agarré un bidón  (chico de 10 litros) de aguarrás, sé que si hubiera tirado nafta hubiera sido un desastre. Y allí empezaron a prender aunque con terrible humo las rebeldes llamas.  Todos me felicitaron por esta ocurrencia. ¡Hombre, me dijo Don Jacinto, tú sí que sabes de esto!.

2ª. parte:
Bueno, hubo una gran explosión y una gran llama anaranjada…fue todo. El envase de aerosol me rozó la cara y me convertí en una cosa ardiente. Suerte que Doña Filomena con gran presencia de ánimo, me tiró con un cubo de vino casero y los otros despavoridos con cuánta agua, sidra, sifones (algunos me pegaron) había.  Me metieron en una pique up del Sr. Mendieta (el de la fábrica de camisetas) y mientras los que iban en ella (14 o 15) tocaban las cornetas, matracas y pitos (de la celebración) llegamos al hospital (sala de incendiados).  Me atendieron muy bien.
Después a 40 personas que se habían quemado por el estallido ese, a los cerdos que trajeron, los devolvieron (estaban muertos). Me internaron en una pieza ¡para mí solo!!. De maravillas hijo, jamás había estado en algo tan lujoso excepto cuando me casé con tu santa madre en la pensión La Calandria Muda( de media estrella).  Bueno,  sigo: En la habitación un ventilador de techo (sostenido con alambres), un televisor blanco y negro de 2 canales!!! un banio con 2 baldes de agua limpia y uno vacío por si acaso te venían ganas. La comida era increíble…una bandeja con guiso de toro con porotos (pocos para evitar lo gases) verduras, choclos (yo que ando mal de los dientes) chorizos de 3 tipos , tres panes (un poco duros),  gallina hervida y de postre tortilla de papas quemada al rum una delicia. En fin: la atención fue superior.
A los tres meses, Juanucho tu hermanastro apareció con todos los médicos y me dijo portando una escopeta de 2 caños: Pa...te dan el alta. Los médicos asintieron: Sí,SÍ,sí…!!!!. Ahora estoy en casa y creo que en 2 o 3 años estaré bien. Me cansé de tanto escribir así que no te escribo más. Espero tu respuesta y algún regalito.
Tu padre:  Antonio


Respuesta del hijo

USTRALIA 25 de marso del 2003 PA….Recibí tu carta y cuando la leí, me desmallé…Se me cayó la malla que no tenía elástico (iba a ir a la playa de aquí) y como estoy apurado te escribo poco. Pa…te mando como un fino regalo un aerosol de aceite de canguro que es menos peligroso que el de bencina para que lo uses cuando haces la fogarata. Bueno Pa: ahhh también te mando una pantalia para que no te canses de soplá.  Espero que te pongas bien y si te quemaste la cara, déjate los bigotes y ponte antiojos aumados que eso te ayudará…

Antonio J.R. de Ustralia

El Milagro (C)


E
l pueblo era pequeño, la principal autoridad mostraba la leyenda: “Intendencia regional número 34 Salvatierra”, una bandera gastada por el tiempo ondeando tímidamente, la pequeña iglesia del lugar que ni campana tenía -el cura utilizaba una pequeña de mano para llamar a misa-, a metros más allá la comisaría con un solo calabozo -usado a veces para que duerma en él algún lugareño pasado de copas-, un desvencijado escritorio, dos sillones muy gastados y un armario donde guardaban las armas: una escopeta calibre 12, un revólver, 15 balas y un sable medio oxidado. Al frente la unidad móvil,  un Ford del año 37 que a veces andaba. Estaba a cargo del  sargento Ramírez,  nacido y criado en el pago y junto con el cabo Segismundo Sosa constituían la dotación.
Eso sí,  habían llegado refuerzos, dado que la fiesta patronal estaba cerca. Se celebraría “El Festival de la Sopa”. El 27 de Noviembre de cada año la gente del lugar y de los  pueblos aledaños se reunía en el derruido local de la Sociedad de Fomento “General Barrientos” -en honor al integrante de la expedición al desierto que pernoctó un día en la pensión de Doña Emilia ocupando una de las dos habitaciones del lugar-, un viejo edificio que alguna vez fue criadero de pollos. En ese lugar sobre tablones prestados por el aserradero “El Serrucho sin dientes” los participantes colocaron los diversos recipientes para la sopa: ollas de hierro, de barro, latas de veinte litros de lubricante (muy lavadas) con manijas de alambre de fardo doble,  hasta un tambor de 200 litros cortado al medio. Los caballetes habían sido cedidos por el almacén de Ramos Generales “Aquí Galicia”. Los ingredientes eran de los más variados: gallinas copetonas, cabezas de chancho, palomas, cuises de la laguna, todo tipo de vegetales grandes y frescos, choclos con su vestido verde, papas negras gigantes, zanahorias,  zapallos, porotos y los famosos chorizos orgullo del pueblo. Todo eso y mucho más constituían el cuadro de matices y sabores.
El comienzo de la competencia con un plazo de dos horas,  estaba marcada por la campana de Fermín (muy amado por todos),  que aparte de ser el guía espiritual,  hacía de farmacéutico, partero y boticario.
El jurado compuesto por el fotógrafo y  director del periódico regional, el director de sepelios del pueblo cercano y doña Clotilde Prueba, esperaban con impaciencia el comienzo del importante certamen ansiosos por degustar y consagrar a la sopa ganadora.
Algo hizo que todas las miradas se dirigieran al cielo. Dos gigantescos helicópteros uno con los colores Papales descendió en el campo adyacente al evento,  mientras el otro quedó como vigilante, levantando una polvareda impresionante. De él  comenzaron a bajar distinguidos Obispos, que rodearon a una figura singular…EL PAPA.
Don Fermín escuchó la súplica entrecortada de lo que era el secretario privado del Papa,  que en italiano entrecortado pedía… “presto, presto, un bagnio per il Papa!!!!! Sua Santidad necesita urgentísimo un bagnio” .
Trémulo Fermín lo condujo al único baño químico que hacía menos de una hora había llegado como donación de la empresa EMBOCARE S.R.L.  El Papa se introdujo con semblante lívido en él y luego de varios minutos salió con semblante diáfano. Su necesidad urinaria había sido satisfecha.
Acuciado por los prelados que lo acompañaban y después de dar la bendición a los asombrados lugareños, volvió a subir al aparato que se perdió en pocos minutos entre otra nube de polvo y pasto.
El comentario general se centró en la inesperada y divina visita. El festival por más de una hora estuvo suspendido. Don Fermín ni lento ni perezoso dispuso que el cabo Galeano quedara en consigna frente al baño químico. A la gente que lo quiso usar incluido el donante, los mandaron a los yuyos cercanos. Después el festival continuó.
Entre sopa y sopa se sucedieron los comentarios.  Finalmente el jurado consagró ganadora a Doña  Suplicia Pumarola por su sopa de 23 sabores  (con el condimento de  una alpargata que unos gurises habían encontrado en un charco en   medio de la tremolina). Caía la tarde y lentamente la gente se retiraba. El director del periódico regional exultante por la nota impensada fue uno de los primeros, los sulkys y la bocina del destartalado micro especial que llamaba a los remisos constituía un espectáculo aparte.
Al anochecer dos sombras se acercaron al sanitario vigilado por el dormido cabo Galindez que roncaba como un aserradero, y a la luz de una linterna casi sin pilas retiraron el bendito recipiente. Fueron Don Fermín y el oficial Ramirez los encargados de llevarlo con gran cuidado a la capilla
La conversación entre los dos duró hasta casi terminar la gran pava de agua, fueron muchos mates con la yerba gastada. El misterio de tan larga conversación fue develado a los diez días en que Fermín publicó en el diarito regional (que había triplicado su tiraje de 500 ejemplares) el siguiente aviso:
“Como todos sabrán, en Salvatierra (intendencia regional 34) su Santidad por mandato divino, nos visitó y nos dejó el orín Papal…¡Bendito sea!. Gracias a ello y para que no falte en ningún hogar, le ofrecemos un frasquito vertedor (para curaciones, milagritos, etc.) de 25cc al precio donación de 20 pesos. El mismo está debidamente  certificado por Fermín, Párroco Emérito de este pueblo”.
A los pocos días se agotó rápidamente el stock y luego de cuatro días llego un nuevo envío más importante. Tal era el flujo de dinero, que el Banco de la Provincia dispuso el envío de una sucursal rodante con dos empleados. Se refaccionó la capilla a nuevo con un moderno campanario, la pensión de Doña Emilia se amplió de dos habitaciones a cuatro, se instaló un Centro de Salud, se nivelaron las calles y se puso a nuevo la única escuelita…
Pero el milagro se acrecentó cuando la  ganadora del concurso Suplicia Pumarola cayó en un estado de inconciencia total a raíz del atracón de su propia sopa, que hizo temer por su vida. Habían solicitado sus once hijos la extremaunción. Don Fermín  se acercó al lugar, donde las cuatro lloronas del pueblo rodeaban el lecho cubierto con estampitas de todos los santos imaginables, puso 3 o 4 gotas del frasquito papal en la frente de la moribunda haciendo la señal de la cruz.  A los 5 minutos Suplicia abrió los ojos, se sentó en el lecho ante la atónita mirada de los presentes y dijo: “Tengo hambre” mientras sacudía  la colcha con tanto ímpetu que las estampitas y cruces cayeron al piso de ladrillos. Don Fermín se apresuró a ordeñar a Aurora la vaca atada al palenque para preparar un tazón de mate cocido y leche al que agregó cuatro galletas de campo. Las lloronas salieron gritando  a los cuatro vientos el milagro conseguido.
Al atardecer era tal la cantidad de vehículos,  sulkys, carros y gente en bicicleta y a pie, que ocuparon totalmente las cercanías del lugar, gente con muletas en silla de ruedas portando todo tipo de ofrendas, terneros, gallinas, cerdos, vestidos de novia,  vinos regionales y mil cosas indescriptibles.
Fueron pasando los días, y la cosa se fue calmando. En la Capital el Jefe de Redacción de la revista más importante del país se acercó al escritorio de dos jóvenes periodistas Simona y Horacio Rellim y les dijo …
-Muchachos, porque no se van hasta Salvatierra a ver que cuernos pasa allí?
Luego de manejar siete fatigosas horas llegaron, almorzaron en el ahora moderno almacén y restaurant “Aquí Galicia” y lograron entrevistar  a Fermín que los atendió, luciendo muy cansado…
-Muchachos por que no vienen mañana al mediodía, comemos algo y les doy la nota?
Así hicieron.  Después de pernoctar en la renovada pensión de Doña Emilia, llegaron a la nueva iglesia. Horacio abrió la entrevista:
-Don Fermín, la historia es alucinante, pero permítame preguntarle algo: obviamente lo que me diga quedara entre nosotros tres, de hecho apago el grabador: Cuántos frasquitos de la  orina sagrada vendió?
-Hijos sinceramente no lo sé,  perdí la cuenta.
-Pero supongamos que fueron teóricamente 1000, 25cc cada uno…las cifras no dan!!! Ni por milagro Su Santidad hubiera podido orinar tanto!!!
Fermín  con un guiño picaresco  palmeándole la espalda  se acercó a Horacio susurrándole: El agua bendita hace eso: un milagro. Creo que me quedaron muy pocos frasquitos se los voy a das a ustedes dos. Esos sí,  no se los cobro.
Simona y Horacio se quedaron unos días más conversando mucho entre ellos, descubrieron que la magia de ese pueblo los había conquistado…
Cuando llegaron a la redacción el secretario preguntó
-¿ Cómo les fue en Salvatierra?
-…Fue gastar plata para nada. Es un pueblo tranquilo de provincia, no vale la pena, en ese lugar no pasa, ni pasará nada interesante…
Al salir, Simona le dio un beso en la mejilla a Horacio y esbozaron ambos  una sonrisa cómplice  mientras se dirigían a sus escritorios. 
Mientras tanto en aquel escondido pueblito el escudo de la Intendencia fue cambiado por otro que decía:
”Salvatierra Pueblo Bendito, cabecera obispal 34, Intendente Vitalicio Fermín Pérez (ex – Párroco)”

Carta a Jovencio (C)


Jovencio…Tú que estás en los cielos rasos espero que sigas con tu blanco trabajo de “yesero oficial del pueblo”. Una pregunta que me tiene preocupado ¿terminaste de sacarte el cemento yeso que se te pegó a tu melenuda y larga cabellera?
Claro, tú, con el capricho de no ponerte la gorra porque ese era un lugar sagrado, te jodiste y te tuvieron que enyesar porque la cabeza se te iba pa todos lados (con los 16 kilos de material,…Joder!!!!
De mí te cuento. Estoy descansando de mi trabajo de carcelero. Le pedí, le rogué  y  hasta lloré del solo ojo que tengo (que se ase en el infierno la paloma que cagó cuando mirava si iba a liover, y lo froté tanto pa sacarme la caca, que lo perdí (si hubiera sabido me lo lavava).  Bueno, sigo Y le pedí (eso ya lo dije) al Señor Alcalde -Sr. Afanancio López-  que ampliara la celda de la cárcel o que construyera otra porque ¡coño! no puedo con los 11 condenados que la celda  mida mide 3 x 2.55 metros. Los pobres duermen parados y para comer, tienen que levantar el brazo al mismo tiempo. Y ya hubo varios lesionados, porque el rengo José tiene la pierna izquierda más corta y no lleva el compás, y los chichones siguen.
Me estoy saliendo del tema…Continúo..y peor cuando comen guisado de cerdo con porotos…Los diarios que quemé…De verdad  Jovencio, me cansé y me voy de aquí.!!! Que se piyen, que se hagan encima, que se tiren pedos etc., etc., etc. Que venga El Señor Alcalde a atenderlos.
Saludos 3456 de tu amigo: 
Jesús.

Poste Data: Te enbío el curri-culum:
·   Nombre: Jesús María José Carpintero
·       Documento: 06
·       Edad: pa decir 54 (real 68 y medio)  ·       Trabajos:
o   Encargado general  de la fonda del pueblo: 30 minutos.
o  Encargado en el corral de mulas: 1 día (hasta que me pateo la mula Aurora (30 días enyesado).
o   Empleado en la carbonería El carbón blanco: 47 días y 6 horas (limpiar y envasar el carbón y pesarlo trabajo muy responsable porque no te podes pasar ni una rayita).
o   Penal del pueblo Carcelero Principal y único: 7 anios 6 meses y 4 días hasta hoy...


El Descubrimiento (C)

Son las 11 del día domingo. Paul recibido de médico con medalla de oro, comenzó a especializarse en neurología. Tenía una idea fija en la cabeza que era dedicarse a investigar los males que aquejaban a las personas mayores, como la pérdida de memoria.
Sus abuelos que lo habían criado, después del terrible accidente automovilístico que les costó la vida a sus padres, habían comenzado a transitar el camino con él, dándole una excelente educación y cubriendo sus necesidades básicas.  
Ya en edad de empezar a trabajar su tío Jorge que estaba en el periodismo gráfico lo había iniciado en esa especialidad, enseñándole  fotografía.  Con el tiempo le encomendaba notas fáciles, y rápidamente lo apasionó esa profesión. Lo incorporó a la revista donde trabajaba y así fueron pasando los años. 
Con el trascurso del tiempo, su abuelo comenzó  a experimentar una pequeña pérdida de memoria que en su abuela se hizo muy evidente. Paul, siguió con sus estudios universitarios y dejo la fotografía 
Comenzó los complejos estudios gracias a una beca en el Instituto Raffo.  Allí durante años elaboró diversas teorías comenzando por descartar a todas las anteriores. El afirmaba que las neuronas perdidas estaban en estado latente. Investigó a los pueblos con un alto índice de longevidad y el pueblo japonés lo tenía, por la memoria y sobre todo por su forma de vida. Investigó sobre sus hábitos alimentarios. El arroz y sobre todo los pescados. Hizo un requerimiento en la Embajada Japonesa, consiguiendo una plaza en el más famoso Instituto de Tokio. Durante meses y meses visitó el mercado más importante del mundo  donde llegaban diariamente todas las  especies de peces. Fue tomando muestras de los mismos, fundamentalmente de sus cabezas y con ayuda  del microscopio electrónico examinó los centros neurológicos de ellos.
Casualmente en un stand de la feria  se exhibía un  ejemplar de un tiburón como de cuatro metros tigre y era uno de los pocos que faltaba seguir la pista, y al que no había investigado. Lo llevó al laboratorio y procedió.  El cerebro del escualo era voluminoso. Preparó compuestos que había  aplicado anteriormente inyectándolo en cobayos casi moribundos.
A la mañana siguiente Paul y su equipo encontraron algunas jaulas tiradas y otras con los animales en estado de total frenesí. Estaba exultante. Durante meses y meses  contando con la total hospitalidad del gobierno japonés, siguió  con los estudios. Muchas de sus investigaciones fueron publicadas en el Journal Medical Magazine y merced a ello le ofrecieron continuar con ellos en la prestigiosa Universidad de Stanford. Allí fue equipado con un moderno laboratorio donde pudo dar rienda suelta a sus proyectos sin que nada interfiriera.
La beca le permitía vivir cómodamente, trabajaba hasta altas horas. Uno  de sus ayudantes en medio de un frugal almuerzo le comentó:
-Paul, por qué no sales un poco? Con este ritmo enfermarás, tienes que pensar un poco en tu salud, trabajas hasta cualquier hora y te alimentas con comida chatarra. 
 Una ligera sonrisa iluminó su rostro y dijo: 
-Yo acá conozco a pocas personas. Me presentaron en el Club Latino a una chica, quedamos en salir pero vendría con una amiga recién llegada de Argentina ¿y si me clavo? Estoy lleno de dudas. 
-Si son dos, puedo darte una mano, avísame y salimos juntos.
 La semana fue fructífera. En el cerebro del tiburón aisló una sustancia que aplicada a un cobayo en estado de coma,  lo revivió de tal manera que sacudió con increíble fuerza la jaula en la que estaba. Su alegría fue tal, que con su ayudante celebraron con un brindis que siguió con otros más.

-Oscar, quiero salir un poco. Te parece bien el sábado?

Quedaron en encontrarse en Starcafé. Se sentaron junto a un gran ventanal. Oscar  le dijo: 

- ahí vienen, cual es la mía? La de la pared.

Los ojos de Paul brillaron y dijo: 
-Oscar creo que me enamoré.
Una bella e infartante morocha lo había flechado. Las chicas  tomaron asiento  y él  inmediatamente le preguntó sus nombres. Ella se llamaba Anna. Era muy tímida. El que llevó la conversación fue él. Luego le tocó el turno a ella. Contó que eran sus  vacaciones y su amiga le mandó un pasaje que aceptó. Era su primera salida de la Argentina. El tiempo paso rápidamente y Paul le contó su historia, él también era de Argentina  y no había conocido prácticamente a nadie. Una ligera sonrisa de Anna.
-Me va decir que no conoció a ninguna chica?-Así es.  Pero me gratifica el hecho de haberla conocido a usted. 
Ya la conversación se hizo más fluida…. 
-Anna cuando se volverá?
-La semana próxima. 
 Oscar propuso salir a bailar. Anna se negó. Paul la invitó a  llevarla hasta su alojamiento. Era en el hotel Hilton que quedaba cerca de donde estaban.  Cortésmente abrió  la puerta del Mercedes y  al arrancar, procuró arrimarse un poco.

-No se equivoque. Recién nos conocimos.


Se despidieron con un ligero apretón de manos y en la conserjería  pidió la llave de su habitación. Cuando tomó el ascensor Paul se acercó a la conserjería  poniendo un billete de 100 dólares en las manos del conserje consiguió el número de habitación.  Cuando golpearon a la puerta  Anna se sorprendió al recibir un hermoso ramo de rosas con una tarjeta  “Entraste en mi corazón” Paul.
De regreso al laboratorio su ayudante golpeó la puerta de su despacho comentando la salida. Tengo que seguir, pero tratá de averiguar con tu amiga todo lo que puedas sobre Anna. Los días transcurrieron rápidamente. Los estudios  sobre la nueva droga avanzaban a buen ritmo faltaba saber cómo serían las dosis en los humanos. Se requerían voluntarios,  Con la anuencia de la Administración Federal de Drogas consiguieron voluntarios en las cárceles en pacientes aquejados con el mal.
Los meses subsiguientes dormía muy pocas horas. Consiguió finalmente aislar la sustancia propicia. Las porciones a administrar serian ínfimas para aumentarlas cada mes.  Los voluntarios experimentaron una notable mejoría en sus hábitos, en su lucidez. Comenzaron a leer y estudiar carreras impensadas para ellos.
Un día Paul se desesperó pensando en Anna. Con los datos de su  ahora amigo, llamó a las oficinas donde Anna era la secretaria del presidente de la compañía. Gran emoción y gran sorpresa del otro lado
-Anna, se acuerda de mí?
-Sí, por supuesto. Quiero verla. La semana próxima llegaré a Buenos Aires,  quiero que nos veamos. La llamaré a su casa.-Como consiguió mi número?
-Usted tiene una gran amiga. Tengo que proponerle algo pero se lo diré personalmente.
 Al llegar a Buenos Aires se encontró con su colega amigo que vigilaba la salud de sus abuelos, le entregó dos frascos con las píldoras descubiertas recomendándole comenzar por mes con la mínima dosis. A las 20 horas llamó a casa de Anna,  atendió su madre preguntando quien la llamaba…Un compañero de la oficina, gran mentira…Anna con voz tensa respondió.-Sí,  sí,  nos encontramos a las 6 en el Greco (que era una tradicional confitería de Primera Junta donde ella concurría esporádicamente con sus amigas del barrio)…y colgó.


Paul llegó media hora antes consiguiendo una mesa cerca de la ventana. A las 6 y 15 llegó Anna. Tarde (como es costumbre en la mayoría de las mujeres). Pidió un jugo de naranja y él un whisky, conversaron un rato de temas ligeros y cuando ella se levantó para ir al toilette Paul sacó de su bolsillo un cintillo comprado en Tiffany. Ella regresó con los labios resplandecientes. Él apuró su trago.
-Anna estoy profundamente enamorado de usted. Mejor dicho de vos. En el fondo de tu vaso, hay algo.  Significa que quiero que seas mi esposa. 
Anna se sonrojó y con la cucharita recogió la alhaja. Lagrimeó. 
-No me esperaba esto…Nos conocemos tan poco… 
Él insistió… 
- Te amo desde el primer momento en que te vi, tienes algún pretendiente? 
-No…. 
-Quiero conocer a tu familia para formalizar nuestro compromiso. 
-Todo eso que me proponés es muy rápido para mí. Tengo que reconocer que me agradás pero esperemos un poco más. 
 Así quedaron. Por lo menos él sabía que no había alguien más en la vida de Anna.

Después de la cita la acompañó hasta el colectivo, no quería saber nada de tomar  un taxi. Luego llegó a la casa de sus abuelos el abuelo estaba bastante lúcido en cambio su abuela apenas lo reconoció. En la cara de los dos las huellas del tiempo habían dejado su rastro.
A la mañana siguiente regresó en el primer vuelo a Stanford. Oscar lo puso al tanto de las novedades, los resultados del experimento alcanzaban los primeros frutos. Los “voluntarios” demostraron un gran interés por diversas carreras y leían en la biblioteca del penal títulos y títulos. Los rostros en el equipo cambiaron,  todo era tranquilidad y sobre todo el nivel general de sus abuelos había mejorado notablemente, por las novedades que le llegaban de Buenos Aires.
Presentó a la autoridad correspondiente el pedido para autorizar la venta del producto bajo estricta vigilancia de los profesionales con recetas especiales. Publicó en el Journal Médico la historia de sus investigaciones. Al nominarse en Oslo a los candidatos para el Premio Nobel a la medicina fue nombrado ganador del mismo. El ni se había enterado hasta que irrumpieron en el laboratorio todos sus ayudantes exultantes. No lo podía creer. Comenzaron a asediarlo todos los medios.  Concedió innumerables entrevistas en  muchos países del mundo y recibió innumerables distinciones. La ceremonia en Oslo fue de la magnitud que todos conocemos transmitida a todo el mundo, incluso tuvo una recepción en la Casa Blanca distinguido con la medalla al mérito de ciencia.
Las dos mejores noticias fueron la gran mejoría de sus abuelos y la otra, la más esperada la llamada de Anna que no estaba enterada de su distinción.  Anna lo llamó por otro motivo,  lo invitaba a conocer a su familia.
Llegó a Buenos Aires un jueves, habló con Anna quedando para el sábado. Llegó vestido sencillamente a la modesta vivienda de la calle Galicia 3446.  La casa lucía impecable, mientras caminaban ella dijo: -Esta casa la construyó mi padre con mi madre embarazada, ladrillo a ladrillo.
No hay duda, gente de trabajo. Llegaron al comedor. Estaba su madre con el hermano de Anna. Doña Rosa –un poco encorvada por la sacrificada vida que había llevado-, le sonrió amablemente.  Paul le entregó la caja de bombones. Agradeciendo el obsequio lo invitó a tomar asiento, se sentaron a la mesa impecable preparada  por ella. 
Fue sometido a un intenso interrogatorio por Doña Rosa……Cuáles eran sus intenciones, con que medios contaba, donde vivirían,  etc. Etc. Explicó lo de su título, su radicación en los EEUU y el deseo de volver a la Argentina.
-Mire joven…Anna tuvo muchos pretendientes. Salió con alguno de ellos, pero ninguno se sentó a mi mesa. Si ella lo eligió solamente le pido que la haga feliz.
El hermano asintió con la cabeza  era bastante parco para  conversar. Los capelletis estaban sencillamente deliciosos. Repitió otro plato. Los hizo Anna,  repitió la orgullosa madre. El postre fueron las frutas de los árboles del fondo de la casa. Anna lo acompañó hasta la puerta. Al amparo de la penumbra él la abrazó y tuvieron un largo y apasionado beso. Al llegar al hotel, tardó bastante en conciliar el sueño. Por algún infidente, los medios se enteraron donde vivía su novia y se instalaron en la calle Galicia. En esos momentos recién se enteraron ella y sus familiares del logro conseguido por  Paul.
Los vecinos fueron entrevistados por los medios, y ellos encantados, contaron la vida de Anna. No se podía casi circular en las inmediaciones. En una capillita de la plaza cercana se casaron en un recinto colmado. Paul había contratado el servicio de catering,  fue en la casa de Anna. Allí recibieron el saludo de sus familiares y amigos y obviamente sus queridos abuelos. A todos los vecinos también se los agasajó, el barrio estuvo de fiesta. En el pequeño salón del Hilton cenaron mientras un conjunto de violines matizaba la cena, en la suite nupcial cubierta de rosas. Un balde con champagne coronó el hermoso momento, el amor y la pasión los poseyó. Después de un crucero inolvidable volvieron.
Compraron un amplio chalet cerca de la plaza Devoto. Fue recibido por el Presidente y su gabinete, ceremonia transmitida por la cadena oficial. Pasaron muchos años. Tuvieron dos hermosos chicos ahora hombres  el primero  médico como su padre que seguía los pasos de él, el segundo exitoso empresario dedicado a la industria de la construcción de casas pre moldeadas para la clase necesitada  y nietos maravillosos. La vida de ellos transcurrió plácidamente, los años fueron pasando demasiado rápido.  Fueron viajeros incansables. 

Ahora Paul,  próximo a cumplir el 4 de MARZO los noventa se atreve a escribir esta historia…con su esposa a su lado…

La Esquina Vacía (C)


C
on sus casi 70 años, Andrés tomó su último trago de gaseosa en aquel bar de su barrio. Estaba meditando de regreso a su casa, qué hacer con su soledad. Hacía un año que su esposa lo había dejado víctima de una enfermedad terminal.
Prendió todas las luces (necesitaba mucha la luz) encendió el televisor, llevó frutas a la cama vacía y un chocolate de buena marca. Esa noche no pudo conciliar el sueño.  Los fantasmas del pasado lo acosaban. Recuerdos, recuerdos que se agolpaban en su mente…. Se levantó, fue a la salita donde se refugiaba a escribir o a meditar, prendió la computadora. Conocía bastante su manejo, gracias a las enseñanzas de Mariella y de su hijo Pablo, había aprendido con alguna dificultad a chatear y curiosamente puso un mensaje singular: “Quiero  comunicarme con vos,  si estás sola y querés conversar…soy Andrés.  Tengo (y pensó cuantos  años me saco?)  60 años y estoy muy solo”-
Tomó otro whisky y el sueño comenzó a invadirlo. A las 3 de la mañana se durmió hasta las 11 cuando el sonido intermitente del teléfono lo despertó. Era Pablito:
- Te desperté viejo?
- No, estaba punto de levantarme…(gran mentira)
Charlaron de un montón de cosas, tales como: …tenés que salir, cuidate, alimentate bien,  caminá, regá las plantas, y cuidá mucho a Sol (el gato que le hacía compañía).
Así pasaban los días. Una tarde encendió la computadora y apareció un mensaje: Andrés… soy Julia y también estoy muy sola…tengo dos años menos que vos…
Ese fue el comienzo de esta historia. Todas las tardes estuvieron conversando, los temas eran inagotables.  Julia tenía una gran cultura y un profundo conocimiento.
Una vez Andrés escribió: Julia,  yo te conté casi todo de mi vida, pero conozco muy poco de la tuya.
Y en ese momento ella se sinceró: Soy separada hace 7 años, cuando encontré a mi esposo en la oficina de mi empresa besándose apasionadamente con la secretaria. Perdoname no quiero contarte más.
Está bien…no sigas…escribió Andrés.

Cada vez las conversaciones se hicieron más íntimas y más extensas.
Finalmente él tomó coraje y puso: Julia, tengo grandes deseos de que nos conozcamos, entraste en mi vida y reviví… Pausa …
Andrés,  dejemos las cosas así, no rompamos la magia que nos envuelve.  Y así siguieron muchos meses más. Hasta que Andrés le dijo: Julia,  el domingo por la mañana estaré en la esquina de Directorio y José María Moreno. Allí hay una farmacia. A las 10. Llevaré un libro,  quiero,  necesito conocerte. No me interesa tu aspecto, solamente quiero mirarte a los ojos… Luego apagó la computadora sin esperar respuesta.
El día llegó. Se levantó temprano, desayunó frugalmente leyendo las noticias destacadas de La Nación.  Se vistió con saco sport y al salir, miró al bastón junto a la puerta…No, no lo llevo. Bajó con lentitud la escalera tomándose de la baranda. El tomar el polvo contra la artrosis todos los días le daba un apoyo psicológico. Caminó despaciosamente hasta esa esquina vacía.
Nada…, nadie. Sólo le llamó la atención el ver pasar varias veces a un automóvil de gran porte con vidrios polarizados,  que luego se alejó raudamente. A las once menos veinte volvió a su casa decepcionado.
No prendió esa tarde la compu. Paso una semana y ya no pudo más…Julia,  por qué no viniste? Quería conocerte, simplemente conocerte, escribió.
Nada,  no hubo contestación, igual que la esquina la pantalla estaba vacía.

Pasó casi un mes. Ya había perdido las esperanzas de comunicación con Julia. Después de mirar una película, buscó en los emails con la secreta esperanza de una respuesta. Para su sorpresa había recibido un mensaje de Julia:
Andrés, te mentí, no tengo dos años menos que vos. Soy bastante mayor que vos, siempre te recordaré…

Julia, Julia querida, yo también te mentí. Me saqué unos cuantos años. Tengo artrosis de rodilla, uso bastón y tomo medicamentos para eso. Estamos iguales con las mentiras. Lo que empezó como un  juego se fue transformando en una bella amistad que no quiero perder. El sábado como te dije aquella vez,  te estaré esperando en la misma esquina vacía. Solamente quiero mirarte a los ojos…

El sábado estuvo allí. Puntualmente paró el mismo auto que había visto aquella vez. El conductor abrió la puerta y allí estaba ella….llevando sus años con elegancia, erguida, vestida con suma distinción con sus ojos celestes protegidos por unos hermosos lentes….
Andrés no tenía el libro, pero ambos se reconocieron…Le acercó un ramillete de pequeñas rosas y la miró muy de cerca. La besó en la mejilla y mágicamente la esquina quedo llena de amor…

Simplemente una Historia (C)


A los veinticuatro años Carlos cumplió las metas que se había planteado. Terminó sus estudios universitarios en las carreras de informática y organización de empresas, se recibió con altísimas notas. Tenía pocos amigos, uno en especial: César, de familia bastante acomodada con el cual tenían largas charlas en el bar más popular de Comodoro Rivadavia allí donde sus padres se habían instalado.
Su progenitor era ingeniero en petróleo y su madre profesora de Inglés que le transmitió tales conocimientos, por lo que lo hablaba fluidamente.
Las cosas entre el matrimonio no andaban muy bien hasta que en una reunión de amigas se rumoreó que una de ellas había visto en un pueblo cercano al padre de Carlos con su secretaria saliendo del único hotel que  en ocasiones frecuentaba por motivos de su cargo. Una “amiga” le transmitió a la esposa lo que sabía en forma confidencial,  jurando que no lo iba contar a nadie lo que por supuesto no ocurrió. También ella comenzó una relación con el médico que la atendió después de una fuerte gripe viral que la tuvo internada varias semanas en el sanatorio. El matrimonio terminó abruptamente.
Carlos vivía con su mamá en una casa confortable. En las largas conversaciones con su amigo César,  éste le contó: Carlos…me voy a Buenos Aires. Acá no hay mucho que hacer. Hablé con mis viejos largo y tendido y me dieron su apoyo. Cuando llegue, te daré mi dirección y con el celular hablamos. Emocionado lo despidió en el aeropuerto. Pasaron largos días en que al encontrarse totalmente solo y después de meditarlo bien se  comunicó con César que entusiasmado lo esperaría en el Aeroparque, cosa que ocurrió.
Después de un largo abrazo fueron a almorzar, César recomenzó  sus estudios en la Facultad de Ciencias Médicas revalidando sus cinco años. Recibía todos los meses las remesas que su papá le enviaba.
-Sabés…conocí una chica de mi curso y nos llevamos muy bien…Pero decime vos... ¿qué planes tenés? 
-Mirá, lo primero es encontrar trabajo, alquilar un departamento y ver que hago.
-Carlitos te podés quedar aquí mientras tanto.
-Gracias. Pero vos estás saliendo con una chica y no te quiero joder.
-Está bien. Tomate tu tiempo, yo te aguanto hermano.

A los dos días, visitó todos los sitios de internet que ofrecían puestos, fue a varias entrevistas dejó su curriculum pero no recibía respuesta alguna. Volvía al departamento de su amigo abatido, estaba consumiendo sus pesos. La única satisfacción a todo eso era concurrir los fines de semana a conciertos gratuitos. Era amante de la música, y ese sábado en el Monumento a los Españoles se brindaría uno. Fue muy temprano y se ubicó justo detrás de la valla que separaba a los invitados especiales.
La concurrencia fue total, y quedaban pocos lugares en el sector de invitados. Pasaron dos fornidos custodios, una imponente mujer, seguida por una hermosa joven que cuando paso junto a él,  esbozó una ligera sonrisa, dejando un hálito de encantadora fragancia.
La siguió con la mirada extasiada hasta que tomó asiento a espaldas de él, separados por el divisor. Durante  el concierto observó todos sus movimientos. De una hoja de su agenda sacó una pequeña hoja y escribió: “Pasaste cerca mío dejándome perplejo, quiero que me llames, puso el número de su celular y  firmó Carlos.
Al finalizar cuando ella se incorporó para salir, rápidamente deslizó el papel en el bolsillo del ligero abrigo que ella llevaba sobre sus hombros. Y regresó pensando en esa mujer.

Pasaron varios días y Carlos seguía sin encontrar ocupación se decidió finalmente por un local de insumos y tomo el puesto que suponía un salario mediano. Alquiló por medio una inmobiliaria un mono-ambiente amueblado  cerca de la casa de su amigo al que seguía viendo con  frecuencia…tenía un camita rebatible una pequeña mesa, juego de cama y frazada y una pequeña cocina eléctrica. Vajilla para cuatro, en la heladera del bajo mesada colocó las vituallas compradas en el mercado chino de la otra cuadra y así comenzó su trabajo en el local, al cabo de unos días el dueño, que lo observaba atentamente se mostró sumamente complacido con su desempeño y le entregó una suma que el agradeció prometiendo guardar silencio entre sus compañeros.
Así fueron pasando los días y una mañana como a las 10, sonó su celular.
Esperaba la llamada de César pero en cambio se escuchó una tímida voz femenina.
- ¿Carlos….usted me dejó un papelito en el bolsillo de mi chaqueta…tuve y tengo curiosidad por saber…
El corazón de él comenzó a latir apresuradamente.
-Vos conocés mi nombre.  ¿Cuál es el tuyo?
-Amelia.
-Me di cuenta, que vos estabas cuidando a la señora mayor.
-Así es. Quiero conocerte, pero en este momento es imposible. Y cortó.
Carlos quedó desolado penando que no volvería a llamar.
Un hermoso viernes, de mañana como la anterior, la voz de Amelia. Quedaron en encontrarse al día siguiente.
-La señora va a visitar a su sobrina y tengo un tiempo libre.

La cita se concretó en Callao y Pueyrredón a las 17 horas. Él llegó media hora antes, se ubicó en una mesa que le permitía ver la esquina.
A la hora señalada un automóvil imponente arribó. Descendieron dos guardaespaldas que  inspeccionaron el local.  Abrieron la puerta del auto, la vio y no pudo reprimir un suspiro. Casi vuelca el pocillo de café que aunque semi  vacío alcanzó a manchar parte de su único saco blanco que había sacado de la tintorería.
Se sentaron, se miraron por un instante y comenzaron a hablar.
-Bueno Carlos hábleme de usted, le dijo primero Amelia.
Y él contó casi toda su vida en Comodoro, sus penurias y su soledad  sin tener casi contacto con sus padres, sus estudios,  la falta de oportunidades y venida a Buenos Aires.
-Bueno Amelia es su turno, dijo ansioso.
Con voz pausada Amelia comenzó.
-La señora Ana perdió a su marido que era un poderosísimo empresario.  A los pocos meses de casada falleció dejándole un inmenso capital. Por fortuna y  habiendo citado a los directores, de sus compañías, todos se manifestaron dispuestos a colaborar con ella, y con su gran soledad buscó una persona que la acompañara y después de una larga selección opto por mí.

Todos los viernes Carlos y Amelia se encontraban en el mismo lugar, excepto en dos ocasiones. Siempre acompañada por la misma custodia, Amelia en la comunicación siguiente le comentó que la señora se quedaba unos días en la casa de su sobrina…
-¿Qué le parece...? por qué no viene a la casa?
Inmediatamente, la respuesta fue afirmativa. Cuando llegó el momento le pidió a César que lo llevara. Compró un hermoso ramo de rosas…llegaron…era Belgrano en la zona más exclusiva. Un imponente portón les impidió el paso y después de anunciarse y recorrer un largo sendero, quedaron totalmente deslumbrados. En las escaleras de la gran mansión estaba ella. César después de chiflar exclamó:
-Es sencillamente hermosa!, bajá rápido. Carlos lo saludó brevemente con un gracias corto y subió rápidamente mientras su amigo se alejaba.

La casa era apabullante. Un recibidor con buen gusto, muy amplio y con pocos objetos indudablemente de gran valor. Ella abrió las puertas del comedor, una larga mesa, y en el extremo sencillamente con las cosas que siempre pedían cuando se encontraban, un solícito mayordomo sirvió retirándose discretamente.
-Amelia está más hermosa que nunca. Tomó su mano diciéndole…la amo.
Ella esbozó una ligera sonrisa mientras servía. Estuvieron charlando por casi una hora, hasta que Amelia le dijo…
-Carlos,  me llamará la señora, y me hablará por larguísimos minutos. Estoy muy a gusto pero la obligación manda.  
Él se levantó agradeciendo el momento pasado, y antes de retirase le susurró al oído… gracias. Después de un beso en la mejilla le propuso tratarse de vos.
Al cerrarse el portón, esperó un buen tiempo hasta encontrar un taxi que lo llevó a su casa. Durmió plácidamente hasta que lo despertó el sonido de su celular, creyó que era su amigo. Eran alrededor de las 12 entraba a su trabajo a las 14. Una voz femenina
-Señor Carlos? Lo comunico.
-¿Carlos…mi nombre es Alberto Menéndez presidente del directorio de las empresas propiedad de la señora Ana Alonso, quisiera entrevistarme con usted. Quedaron en encontrarse a las nueve del día martes en las oficinas de Puerto Madero.
Era en el piso 30. Se anunció e inmediatamente fue recibido cordialmente. Menéndez le ofreció gaseosas, y el optó por un café servido por la secretaria.. Estoy necesitando un secretario personal. El que tenía se radicó en los Estados Unidos después de enamorarse de una gerenta de una compañía de cosméticos y se casará allá.
Al llegar a su trabajo conversó con el dueño para renunciar, y él de dijo…
-Yo sabía que eras para otra cosa. Te deseo lo mejor y las puertas de este negocio estarán siempre abiertas para vos.

Al otro día se dirigió al piso 30, Menéndez lo condujo hasta su oficina contigua a su despacho no sin antes mostrarle el comedor personal.
-Usted almorzará conmigo. De cualquier manera el de los empleados queda en el piso superior el día que quiera ir, no hay problema.
Estuvo toda la tarde poniéndolo al día de los asuntos pendientes de las empresas.
Esa noche no pudo conciliar el sueño. Llegó a su nueva oficina y al responder al llamado de su secretaria…
-Señor, la señora Amelia, desea atenderla?
-Amelia quiero agradecer a la señora Ana por darme esta oportunidad y a vos por haberle hablado de mí.

Los días le parecían demasiado cortos. Llegaba a su despacho antes que todos y se retiraba mucho después.
Cada día se involucraba más y más. Cuando se encontró con Menéndez éste le dijo…
-Carlos, en este tiempo no hemos hablado de sus haberes…
Cuando escuchó la cifra tembló levemente. Al encontrarse con Amelia se lo contó, siguieron hablando de cosas y cosas. Al despedirse y en descuido le dio un beso que fue correspondido levemente.
-Perdón,  no me pude contener. Pocas veces besé, pero mi amor hacia vos cada día aumenta más y más.
Ella se sonrojó. Se despidieron con un hasta luego.

Los progresos fueron muy grandes. Conversaba con su superior acerca de futuros proyectos y hacía  correcciones que eran aceptadas e incorporadas. Consiguió para los empleados que se distribuyera entre todos el 25% de las ganancias deducible. Todo el personal agradeció este logro impensado. Los delegados no tenían ningún planteo.
Pasaron pocos meses, pudo ahorrar muchos pesos y se sentía seguro de su porvenir. Al encontrarse con ella en la confitería de siempre, tomó sus manos diciéndole:
-Amelia estoy profundamente enamorado de vos. Quiero que nos casemos. Tengo ahorros que nos permitirán alquilar una casa, en la empresa cada día progreso más.
Amelia sorprendidísima alcanzó a decir…
-Carlos, tengo que pensar. Siento mucho por vos, pero esto me toma de sorpresa. Dejame tomarme un  tiempo y hablamos.
-Te esperaré.

Carlos recibió esa noche la llamada de ella:
-El viernes te tengo que hablar…colgó...  
Estuvo esperando a que llegara el día. Esperó ansioso la llegada de ella. Entró con el rostro desencajado con señales de haber llorado.
-Amelia, qué te pasa? Es tan grave lo que me tienes que decir? Sabés que estoy a tu lado.
-Carlos, te mentí. Déjame hablar… cuando murió mi esposo (en ese momento el semblante de él cambió) muchos hombres se interesaron en mi buscando mi fortuna. Pero apareciste vos. Con el transcurrir del tiempo, supe que tu amor era totalmente sincero hacia mí.
Carlos palideció, se incorporó. Dejó sobre la mesa varios billetes y sin decir una palabra salió del lugar. Ella cayó desvanecida. Los custodios después de reanimarla la introdujeron en el auto y partieron raudamente hasta el sanatorio.
Carlos caminó y caminó hasta casi llegar a su casa. Tomó varias pastillas para dormir. Su celular recibió muchas llamadas que no contestó.


Al otro día despertó. Totalmente decidido tomó de su nutrido placar una mochila de buen tamaño, puso en ella los artículos de primera  necesidad y ropa. Revisó su pasaporte, tomó el dinero que tenía en la casa dejando en la cama todo aquello que le había regalado ella.
El colectivo 7 lo llevó hasta Retiro. Allí caminó hasta el puerto.  Anclado en el muelle 5 sobresalía la imponente silueta del “Antares”. El mayor barco hospital del mundo de l50 metros de eslora con un helipuerto presto a zarpar después de haber recorrido Europa y muchos países realizando charlas informativas con el fin de reclutar médicos voluntarios y personal. El final de su periplo había sido Argentina. Volvería ahora al mar y su primer destino sería África.
Se acercó a la planchada. Un miembro de la tripulación lo detuvo. En inglés le preguntó si era médico.
-Yo sólo busco cualquier ocupación.
El tripulante dudó un instante.
-Solamente queda algo en la cocina… ¿sabes algo?
Al contestar afirmativamente y después de esperar un largo rato lo hizo subir. Al rato apareció el jefe de cocina un sueco de imponente porte. Se entendieron siempre en inglés y ofreció como bachero el único lugar disponible.
-¿Tenés tu documentación en orden? No estarás huyendo o algo así?
El encargado de seguridad lo interrogó durante un largo rato y fue admitido, no sin antes llenar una sencilla planilla que colocó en una carpeta. Lo condujo hasta los dormitorios de la tripulación asignándole un pequeño camarote cerca de la cocina principal, un pequeño lavatorio,  un inodoro,  una ducha le satisficieron. Le comunicaron todos los horarios y demás movimientos. Lo vinieron a buscar para la hora de la cena.
El comedor era gigantesco, dividido en sectores de acuerdo a la jerarquía de los comensales. Se sirvió en el autoservicio. Tenía hambre. No había comido nada desde la mañana. Se fue a su camarote: el 1056.  Se durmió profundamente hasta que un sacudón lo levantó.
-Amigo!! las tareas comienzan a las 7.
Con las disculpas correspondientes se encaminó hasta la cocina. El barco se mecía suavemente.  En la mesa del desayuno le comentaron:
-Te perdiste la vista de Buenos Aires…estaban en navegación.
Al no tener noticias de él durante tres días el gerente de seguridad de la empresa llegó hasta su casa. Con el portero abrieron la puerta, se encontraron con todo en orden. Pero lo que les llamo la atención era que sobre la cama perfectamente acomodados estaban todos los obsequios que había recibido. El placar estaba lleno, no faltaba nada.
Emilio Pérez, así se llamaba el gerente de seguridad, llamó al jefe de la policía que había  sido su compañero de curso explicándole la situación. Inmediatamente los protocolos para esos casos se pusieron en marcha informando también a Interpol y le comunicó la noticia a Amelia.
A la mañana siguiente Ana la encontró en su lecho dormida y a su lado un frasco casi vacío de pastillas para dormir.
Acudió en poco tiempo la ambulancia llevándola al Instituto Fleni. Los médicos lucharon desesperadamente por salvar su vida. Los pronósticos no eran muy alentadores había que esperar.
Mientras tanto, Carlos se adaptó rápidamente a su nueva función El lavado de los elementos era automático con lo cual su tarea no era nada complicada. En su tiempo libre recorría el gigantesco hospital. Visitó los 10 quirófanos, las salas de internación de niños y pacientes adultos. No terminaba de maravillarse.
En Buenos aires, ella después de interminables días reaccionó ligeramente mejorando un poco más cada día y finalmente fue llevada a su casa. Ana no se despegaba de su lecho. El médico de cabecera la visitaba todos los días. Amelia apenas abría los ojos y murmuraba un nombre: Carlos, casi constantemente. Como los días eran sumamente agradables la trasladaban al jardín  en silla de ruedas, mejoró ligeramente en la primera semana de noviembre. Se alimentaba un poco mejor y su semblante tomó un ligero color rosado.
La visitaba Pérez trayéndole novedades de la búsqueda de Carlos, él le decía: -Él no salió por ningún aeropuerto ni por vía marítima ni fluvial suponemos que está escondido en algún rincón del país. Lo encontraremos señora.
Después de 30 días de navegación el barco dio la vuelta al África y recaló en el puerto de Sud África donde se aprovisionó. Ya estaban en la zona del conflicto. En Tanzania llegaron al  puerto casi totalmente destruido por los sucesivos ataques de la artillería rebelde.
El país, rico en minerales estaba regido por compañías británicas que con mercenarios contratados  en diversos países, muy bien pagos y provistos de buen armamento imponían terror en el país. Los pocos líderes huyeron a Europa. Entre ellos sobresalía Joseph Malemba distinguido estudiante en la Universidad de la Sorbona, Volvió a través de África a Kenia. Las campañas solidarias en los estados miembros de la ONU, tuvieron efecto sobre todo en los miembros principales enviándose un poderoso contingente: los Cascos Azules,  que pacificaron buena parte del país con mucho esfuerzo y con la pérdida de varios de sus miembros. Malemba con sus encendidas arengas tuvo, aunque lentamente, el apoyo de muchas comunidades
Finalmente mediante un plebiscito logró ser elegido presidente. Habló en las Naciones Unidas y con un encendido discurso  consiguió el apoyo del Consejo de Seguridad. Su primera  medida fue nacionalizar todas las explotaciones,  siempre con el apoyo de la ONU. Escapó a varios atentados.
El país comenzó a cambiar, quedaban focos rebeldes de los mercenarios y muchos nativos.  Uno de los últimos y masivos ataques fue sobre el hospital donde él trabajaba.
Comenzaron a llegar  toda clase de  heridos adultos y sobre todo niños que rápidamente fueron atendidos en  “Antares”. Seguían llegando. Carlos no pudo soportar indiferente tamaña inequidad. A la semana tomo una decisión.
En comentarios de los médicos y la tripulación escuchó que casi en el centro de la conflictiva región se hallaba el nosocomio continuamente atacado que necesitaba personal de cualquier índole. Ver en el barco a esos pequeños mutilados, con gravísimas heridas,  apresuró la decisión que se había planteado. Al conversar con el jefe de seguridad con la decisión de   ayudar,  éste lo felicitó por la valentía de su decisión. Todos sus compañeros lo congratularon  al verlo descender del barco. Se escuchan los gritos de ellos despidiéndolo.
Las Naciones Unidas por fin habían tomado cartas en el asunto. Estaban enviando ayuda humanitaria y militar. Se dirigió hasta la carpa que hacía de nexo donde el jefe del contingente  comprendió su decisión. En un vehículo artillado después de largas e interminables horas llegaron al hospital o lo que quedaba de él. Todos los sectores tenían profundas huellas de los ataques. La escolta lo dejó cerca de lo que había sido la entrada principal. De allí lo esperaban varios sobrevivientes, médicos y enfermeras rodeados de pequeños que lo rodearon en busca de golosinas que felizmente trajo por consejo de sus compañeros. Bajaron cajas con suministros varios.
Luego de una hora se retiraron, con las armas preparadas por si se producían agresiones. Un exhausto médico agradeciendo su venida lo puso al tanto de la horrible situación. Una demacrada enfermera lo condujo hasta un rincón alejado y le señalo lo que sería donde dormiría con otros voluntarios proveyéndolo de unas sábanas deshilachadas y una cobija.  La almohada parecía en buen estado. En los días siguientes trabajaba hasta la noche poniendo todo su empeño.

Pasaron los días. Su única distracción era concurrir a lo que quedaba del templo Evangélico donde platicaba con el pastor,  un fornido escocés, mostrando en su rostro profundas huellas de la guerra. Matizaban la conversación con whisky que los ponía muy tranquilos.
Volviendo una tarde, de repente,  escuchó a lo lejos estallidos. Apresuró el paso hasta llegar al hospital, y en su rincón  se acurrucó.
Los sonidos cada vez estaban más cerca. La eterna lucha por el poder. Un proyectil estalló derrumbando la frágil pared divisoria.  Grandes  trozos cayeron sobre él y otros compañeros. Luego un silencio de muerte y la réplica de las tropas que lo custodiaban. Las mismas que comenzaron a remover los escombros.
Retiraron cuerpos casi irreconocibles y milagrosamente protegido por un viejo armario  en estado de inconciencia total estaba él, aferrado a su almohada. Un helicóptero lo llevo al “Antares”.
Pocas esperanzas tenían los médicos. Días enteros sin recuperar el conocimiento. Desde la cocina. Pasaban por el corredor llevando alimentos para los pacientes cuando uno de los que los trasladaban creyó reconocer un rostro familiar. Su cara estaba semi cubierta con vendas. Al día siguiente Tobías las levantó levemente, y su sorpresa fue mayúscula. Era Carlos con el que compartía el desayuno. El jefe de seguridad revisó su expediente en el cual estaban todos los datos. Previa consulta con el capitán, se comunicaron con Interpol. Le pasaron todos los datos a la Cancillería Argentina. Por fin el misterio se develaba. En el helicóptero del “Antares” -que estaba adaptado para traslados-  fue transportado al aeropuerto de Sud África.
Un avión sanitario fletado por la ONU partió con personal médico hacia Buenos Aires donde llegó después de 20 horas de vuelo directo. La noticia había cundido, todos los medios de comunicación nacionales e internacionales estaban allí.
En la pista junto al avión estaba la ambulancia de última generación con dos médicos especialistas en terapia intensiva. Salieron por una salida lateral hacia el Instituto Fleni. Seguidos por motociclistas de la Policía Federal   Emilio Pérez, en la caravana el director de la Policía Federal  y la Ministra de Seguridad estaban allí.
Al llegar, inmediatamente la camilla fue introducida en terapia intensiva. La cúpula médica dictaminó sobre sus condiciones que eran sumamente críticas.
En la hora siguiente Alberto Pérez llegó hasta la casa de Amelia con la buena nueva. La encontró en el jardín. Ella apenas levantó su pálido rostro.
-Tengo muy buenas noticias para usted…
Su rostro se iluminó de repente.
-Hemos encontrado a Carlos
….apenas pudo incorporarse…
-Quiero verlo
…y se desplomó.

A la mañana siguiente la llevaron. Lo miraba a través de vidrio en terapia intensiva. No se separó él.
En una tarde de otoño, después de interminables días, el abrió sus ojos. Allí estaba ella.  La miró y dijo con apenas un hilo de voz.
-Yo a vos te conozco…
Ese fue el comienzo de su recuperación Pasaron 5 meses atendido por los mejores profesionales.
Carlos volvió aunque muy lentamente al Directorio. Cada día progresaba más. Por días y días merced a su empeño y sobre todo al amor in crescendo por parte de Amelia todo se normalizaba.
Los recuerdos, las imágenes de África, el horror vivido volvían a su mente. Le planteó a ella la necesidad de volver.

Y entonces, regresaron a África. Las  cosas habían cambiado radicalmente. Merced al gobierno que había conseguido  unificar al pueblo, uniendo a todos los sectores, había terminado con años de sometimiento, nacionalizando las empresas que tantos los habían explotado y distribuyendo bienestar por doquier.
En el reconstruido templo, cubierto de flores multicolores, a los dos días de llegar, el pastor OBrien los unió en matrimonio aquella mañana. Un coro de niños, algunos con huellas de lo pasado, entonaron melodías tribales llenándolos de emoción.
La celebración?... Habían traído abundante whisky escocés y vituallas. Los recién casados, sentados en un rústico banco,  miraban embelesados todo a su alrededor.
En el centro del jardín del Hospital el monumento recordatorio de lo ocurrido, la base con brazos que sobresalían entre las piedras y curiosamente parte del armario que había salvado la vida de Carlos. Como fondo el magnífico Hospital Regional.

El final lo tendrán que imaginar ustedes. Esto fue simplemente una historia a las 3.15 hs. de Noviembre del 2017….. Continuará?...