Superación
C |
adras era el mayordomo de la
estancia “el Gavilán”, propiedad de uno de los hombres más ricos de la Argentina, Aníbal Pérez. La casa principal, inmensa mansión,
poseía un grupo electrógeno y otro más
pequeño en casa de Cadras. Con su hijo
Daniel se encargaban de todas las tareas inherentes al manejo del predio.
Tenían buena relación con el personal que estaba, a diferencia de otras
estancias, muy bien pago.
La directora de la escuela rural
pidió que el padre concurriera para una importante comunicación sobre su hijo.
- ¿Te mandaste una macana Dany?
- No, papá.
Frente a la docente, inquirió el
motivo del llamado…
- Su hijo es el mejor alumno que
jamás tuve. Ha superado con creces a todos. Le aconsejo lo cambie a una escuela
en la ciudad. Posee una inteligencia cercana a los cien puntos. Hágalo y no se
arrepentirá.
- Gracias señorita. Hablaré con mi esposa.
Decidieron mandar a su hijo a la
casa de la hermana residente en la Capital Federal. Vivía sola a raíz del
fallecimiento reciente de su esposo. No tenían hijos. Aceptaron de inmediato que
viniera. Daniel se alegró enormemente.
- Papá ¿te vas a arreglar?
- No te preocupes. Tengo en vista
al que te va a reemplazar.
A los dos días, durante la cena,
el padre le entregó un pequeño maletín.
- Tomá. Acá tenés unos pesos para cuando los necesites. La vida en la cuidad no
es barata como acá.
- Gracias queridos padres.
Después de un largo trayecto llegaron
a la parada del micro que lo llevaría a su destino. Lo despidieron con lágrimas
y sonrisas. Como había pocas personas, Daniel colocó su valija, que no era muy
voluminosa, al lado de él. Luego de
varias horas, sintió hambre. Como toda madre, le había preparado una suculenta
vianda que comió con ganas. El micro hizo varias paradas… En la última, según
instrucciones que su tía había transmitido a su padre, bajó en Liniers.
Tomó un taxi. Lo recibieron con gran emoción. El recién la conocía. Vivían en
una casa muy cómoda rodeada de un gran jardín. Le mostraron su habitación. Era confortable,
con una amplia cama, un escritorio y un respetable televisor.
- Si necesitas algo más, decímelo
sin vergüenza Danielito.
- Gracias, tía.
Cenaron y sintió sueño. El viaje fue muy largo. Ni prendió la tele. Cuando
sintió ganas de ir al baño tomó
conciencia que había dormido
muchas horas. Eran cerca de las diez. Ya
era hora. Se puso presentable para saludar a Matilde y a su tío Ignacio...
- ¿Dormiste bien? Te estábamos esperando para desayunar
juntos. Es un gusto hacerlo con vos después de meses de hacerlo solos.
- Tía, necesito que me acompañes a comprar ropa.
Así lo hicieron. El barrio estaba
rodeado de muchos comercios que Daniel
miró con interés. Ya se había hecho la hora del almuerzo.
- Danielito. Vamos a comer algo,
pero invitamos nosotros. No sabes el
gusto que me da.
- Pero tío… Acá mando yo. Conozco
un lindo restaurant. Té gustan las pastas?
- Las comíamos muy poco.
El lugar pequeño, muy cálido. La comida totalmente casera.
- ¿Tomas vino?
- No. solamente agua.
De entrada, pidieron Matambre con
palmitos que le pareció muy bueno. Siguieron los sorrentinos (novedad para él)
y de postre, frutillas con crema.
- Estoy lleno.
Tomaron un té de hierbas. Ignacio pidió
la cuenta. Él amagó a pagar.
- Querido, invité yo.
Llegaron a la casa.
- Ahora, dormite una linda siestita.
Yo también la necesito.
Cuando despertó, se probó la ropa
que había comprado. Los mocasines le apretaban un poco después de haber usado
siempre alpargatas. Se sintió extraño con la ropa,
pero no le disgustó.
- Te ves muy elegante.
- Sí, pero un poco incomodo…
- Al final. Qué carrera vas a elegir?.
- Después de mucho meditar, me
decidí por Medicina. Allá donde vivimos, la gente moría porque cuando se
enfermaba pasaban varios días hasta que un médico los atendiera. A veces era tarde.
Y yo quiero estar allí para cuando me necesiten.
- Me parece muy buena elección.
Como no conocía otros medios, tomó
un taxi hasta la facultad para informarse. Tenía que dar un examen de ingreso.
Eran cuatro materias. Física, química, anatomía e idiomas. Francés o Inglés.
Serían en 3 meses. De más está decir que todo ese tiempo, con pequeñas pausas para alimentarse, la pasó en la biblioteca de
la facu. No le resultó nada difícil
asimilar todo lo requerido.
- Tía, mañana es el examen.
- Esta vez, invito yo. Pero esta vez,
a una parrilla.
Fueron a una muy concurrida: Lo de Julio. Les llamó mucho la atención por la calidad de la comida. Esta vez, el postre fue
queso y dulce tal como acostumbraban en sus pagos.
A la mañana siguiente comenzaron los exámenes. Se habían
inscripto cerca de ochocientos alumnos. Entregó los resultados antes que los demás.
Los profesores lo miraban sorprendidos. Cuando después de una semana
aparecieron las notas en las planillas, en primer lugar, con el puntaje máximo,
estaba él. Para abreviar, fue el primer alumno en la historia de la facultad en
recibirse en cinco años, con
dos medallas de oro: una por no haber faltado nunca y la otra por
calificaciones casi perfectas. Decidió como especialidad cirugía. La noticia
había llegado a los medios. Eligió, para cumplir el internado obligatorio, al
hospital con mayores problemas; el Cosme
Argerich en la Boca, dada su proximidad con la isla Maciel, donde ocurrían
los la mayor cantidad de casos sobre todo en las guardias nocturnas. Cuando cumplió
el año, siguió concurriendo. Adquirió una notable experiencia. Desde
atender a heridos de todo tipo, complicadas cirugías, cesáreas todo tipo de
casos, traumatología y más.
Una noche trajeron a un herido de
bala por la policía. El oficial le dijo:
- Déjalo morir a este hijo de
puta. Mató a dos personas que se resistieron a un asalto. Detuvimos a sus dos
complices.
- Oficial, mi función es salvar vidas.
No quitarlas. De lo demás ustedes deciden. Por favor. Retírese Déjeme terminar
mi trabajo.
Los tres médicos de guardia
terminaron exhaustos.
Cuando finalizó su pasantía siguió
unos meses más. Tuvo que presentar su tesis que recibió la felicitación del jurado.
Era todo un profesional:
- Tía: me vuelvo a mis pagos. Ya cumplí
mi objetivo. No me agrada vivir en esta locura de ciudad... Qué te parece si
viajas conmigo y ves a tu hermano después de tantos años?.
- No quiero dejar la casa sola,
hay mucha delincuencia.
- ¿No tenés a alguien conocido para quedarse?
- Solamente a mi amiga Laura, le
voy a preguntar.
- Hágmosla mejor: invítala a
almorzar y hablaremos.
Así lo hizo. Al día siguiente se
encontraron con ella. Daniel le planteó la situación.
- Querida: hace muchos años que somos amigas.
- Yo no puedo, pero tengo un
sobrino policía que alquila .
A la mañana siguiente, aceptó gustoso la propuesta.
Se comunicó con su padre. Viajaron
cerca de once horas con varias paradas donde estiraban las piernas y tomaban algo. A
poco de llegar, notaron un movimiento inusitado en la terminal. Decenas de
personas lo estaban esperando. Abrazó a sus padres.
- Qué es esto, viejo?
- ¿Vos Crees que no vemos las noticias? El orgullo de todos.
Matilde se emocionó al ver a su
hermano después de tantos años. Besó a la madre de Daniel, que casi estaba sofocado por los
innumerables saludos. El intendente le entregó un pergamino que lo consagraba
ciudadano ilustre. Con dificultad, después de una corta entrevista para la
radio y el canal local, subieron a la camioneta de doble cabina. Al llegar a la
estancia, lo mismo: Todo el personal estaba allí.
- Viejo: quisiera descansar un poco.
Fueron muchas horas de viaje.
Se acostó en su cama y se durmió profundamente.
Matilde en cambio charló un buen rato con el matrimonio. Después de varias
horas, sintió que le tocaron el hombro con suavidad. Sorprendido abrió los ojos.
Era Julia la hija del dueño.
- Bienvenido a casa. Que sorpresa…
Estaba recién llegada de la Capital, cuando me enteré de tus proezas y quise
quedarme unos días más. Vine sola. Bueno, arriba, que es la hora de almorzar. Ya
organicé todo.
Le pareció vivir un sueño. Cuando salió, un gran asado lo esperaba. En la mesa
central Julia, sus padres y Matilde.
- Y estas hermosas flores?
- Las recogí yo. Me encanten
silvestres. Dan la sensación de libertad. Sintió ganas de abrazarla, pero se contuvo. Recordó
la parrilla de Julio en la Capital. Nada que ver. A los postres, dos payadores
amenizaron la reunión.
- Julia: No sabes cómo te
agradezco esto.
La besó en la mejilla. Ella se sonrojó.
- Bueno, a dormir una pequeña siesta. Yo también estoy cansada…
Se retiró a la casona.
Varios días estuvo ocupado para ver
donde pondría su consultorio. Julia había regresado a la Capital. Consiguió una
amplia casa al costado de la plaza central… La fue reacondicionando. De buenos
Aires recibió todo lo necesario para equiparla. Solamente no pidió el
instrumental quirúrgico que lo acompañó en toda
su carrera. También la chapa de su consultorio: Daniel Cadras. Médico.
En el periódico un aviso pidiendo
recepcionista. Al otro día, la cola de aspirantes llegaba casi a la media
cuadra. Les entregó una planilla a todas y una hoja de cuaderno, porque se
habían acabado las planillas. Se decidió después de haberlas leído a todas por una.
Estoy desocupada. Trabajé en el único
restaurant del pueblo. A raíz de la pandemia, tuvieron que cerrar. Estoy desesperada.
Necesito el trabajo. No lo defraudaré. Le dejo el celular de una amiga… El mío
lo tuve que vender…
La citó. Una agradable mujer de
mediana edad con buena educación. Le gustó.
- ¿Cuál es su nombre?
- Rosa.
- El puesto es suyo.
Lloró desconsoladamente.
- Preséntese mañana a las diez.
Llegó a las nueve. Ya estaba ella.
- Tuve miedo de que no fuera verdad.
- Este, será su escritorio. Esta
semana me instalaran el teléfono. Pero tengo el celular.
La puso al tanto de todo. Resultó ser
sumamente eficiente. Organizó los turnos. El primero fue de un paisano
sumamente dolorido.
- Doctor: me pateó un caballo. La
pierna me duele mucho.
La salita no tiene equipo para
sacar radiografías. Tengo un equipo portátil.
- Rosa. Ayude al señor a acomodarse en la camilla. Amigo, tiene una linda
fractura de fémur. casi expuesta. Lo tendré que anestesiar para acomodar el hueso.
- Lo que usted diga doctor.
Tardó casi una hora en hacer el
procedimiento. Cuando despertó preguntó:
- Cómo se siente amigo?...
- Me siento mejor doctor.
- En la otra habitación hay un
camita, descanse y luego se va a su casa. Me viene a ver dentro de quince días.
No se moje el yeso.
- ¿Cuánto le debo doctor?
- Usted es mi primer paciente. No
me debe nada.
Ese día atendió a diez personas,
afectadas por diferentes dolencias.
- Rosa, puede retirarse. Le
adelanto una pequeña suma de
su sueldo para que se compre algo.
- Gracias. Solamente tenía algunos
fideos.
- Lo supuse.
A los días, se apersonó su primer
paciente portando un respetable bulto.
- No le dije que tenía que volver a los diez días?
- Lo se doctor. Solamente le traje
unos pollos criados a maíz y unos salamines caseros elaborados por mí. A la
otra semana cuando me toque, volveré.
Llamó a su secretaria: - Rosa, no sé
qué hacer con todo esto. Lléveselo y haga lo que mejor le parezca.
- No sabe doctor cuanta gente está
necesitada.
- Mañana, es su día de franco. La veré el lunes.
Ese día apareció con una cazuela
de barro.
- Le traje un guisado de pollo. Al
medio día se lo caliento y preparo la
mesa de mi escritorio con el pan casero que hice. Así no tiene que salir a
comer como hace todos los días.
- Estaba muy buena la comida.
Gracias.
- La hice con el cariño que usted se merece.
Todos los días atendía con el
consultorio lleno.
- Rosa: quiero que usted este al
lado mío. Conoce a alguien que la suplante?
- Conozco a una maestra jardinera
que con el asunto del virus perdió el trabajo.
El, la incorporó. Tuvieron que
poner en la amplia galería con sillas para seguir el protocolo. Le enseñó a Rosa a tomar la presión, aplicar inyecciones y a
cambiar vendajes. Lo hacía con gran eficiencia. Acondicionaron dos habitaciones más para internación. La
reputación y la atención en el centro, había llegado hasta los pueblos vecinos.
Aumentó considerablemente el número de pacientes. También los fondos se fortalecieron por las
donaciones que llegaban a través de los mensajes de los medios de comunicación.
Se incorporaron dos profesionales más y se habilitó un consultorio de oftalmología.
Daniel estaba muy satisfecho con todo.
Una madrugada estaba dormido profundamente.
Los insistentes bocinazos lo despertaron. Se calzó las chinelas y se cubrió con
una bata abrigada (hacía mucho frío). Al abrir la puerta de un imponente
automóvil bajó el chofer a los gritos. Doctor, don Aníbal no puede respirar. Lo
introdujeron. Estaba cianótico.
- A pocos kilómetros de aquí
comenzó a tener dificultades. Llamé a la señorita Julia. Me dijo que lo trajera directamente aquí.
- Sáquele rápido la ropa del torso.
Rápido mientras traigo los instrumentos. Ya.!!!
Le colocó una inyección
intravenosa que lo durmió. Todo esto en segundos. Comenzó la traqueotomía colocándole
un tubo para la respiración. En la pantalla, la línea recta solamente. Nada. Continuos
masajes cardiacos no surtían efectos. Había un solo camino. Abrió el tórax. Con
un separador, tenía el corazón a la vista. Con extrema suavidad comenzó a masajearlo.
A los treinta segundos, comenzó a latir cada vez con más fuerza. Una débil
sonrisa en su rostro. En la pantalla aparecieron picos que indicaron latidos
regulares. Cuando comenzaba la sutura, entro Julia a los gritos.
- ¡Papa!
Le ordeno al chofer: - ¡¡¡sácamela de aquí!!!
Así hizo. A buen rato concluyó el procedimiento.
- Seguramente todo comenzó por una
contracción de la glotis… Cayó desplomado en una silla. Tráeme a Julia.
Tu viejo está bien…
Con lágrimas de alegría, se abrazó
a él un largo rato.
Durante varias semanas, vigiló la
evolución del paciente. Le habían
retirado el suero y Rosa se encargaba de alimentarlo siguiendo las instrucciones,
primero con caldos nutritivos y luego mejoró su dieta paulatinamente. El
enfermo mejoró notablemente.
- Doctor. Cuanto le agradezco
haberme salvado la vida. Nunca olvidaré esto.
- Todos los días Julia estuvo a su
lado. Ya puede volver a su casa Don Aníbal.
Lo trasladaron en una ambulancia
de amplia complejidad que Daniel había adquirido.
Antes, se despidió de Julia con un
beso en la mejilla. Esto concluyó en un apasionado beso.
- Es el primer contacto que tengo
con un hombre
- No querida: te equivocás. Cuando
te caíste del caballo a los quince, te levanté y vos te abrazaste a mí. En esos
segundos, entraste a mi corazón, y ahora ese sentimiento se hizo realidad.
CONCLUSION. Don Aníbal consiguió
que el gobierno, construyera un moderno hospital. Él dono todo el equipamiento.
Se casaron en una íntima ceremonia, en
la capilla del predio. Todo el pueblo, concurrió a la celebración. Duró tres
días… Ahora Daniel tenía en mente, la construcción de una escuela agro técnica.
Su esposa Julia lo acompañaría a realizar el proyecto.