La Mentira (c)

…a veces me pregunto: ¿Tenemos mala memoria o  nos queremos olvidar del pasado?… Cuando íbamos a la escuela aprendimos: La historia de Grosso, Los viajes de Colón, etc., etc. Pero de la historia contemporánea nada… Y esto que les nombraré es reciente: En la segunda presidencia de Perón, se creó la Sección Especial de la cual lamentablemente fui una víctima.

En el estadio de River Plate, se celebraba la fiesta de la educación física. Yo estaba cursando el cuarto año del colegio Mariano Moreno donde se dictaban clases de religión y moral (manifiesta discriminación). A la salida nos esperaban los muchachos de la Alianza Libertadora Nacionalista  que nos agredían, marcados por un compañero manifiestamente antisemita. La alianza tenía la sede  en la calle San Martín a metros de Corrientes. Sede que fue destruida a cañonazos por los militares luego que enviaron un oficial a parlamentar para que se entregaran y como única respuesta, arrojaron el cuerpo del primer piso. Continúo: A esa fiesta concurrimos, tiraron volantes  y yo, agarré uno. Me tomaron del cuello. Nos bajaron a los empujones y  a varios concurrentes de atrás. Yo ni alcancé a leerlo. Es terrible la sensación que se siente estar viajando en un camión celular: son pequeños cubículos y la sensación de ahogo y angustia de preguntarme: ¿por qué a mí?

En la calle General Urquiza al 300, frente al hospital Ramos Mejía, estaba la Sección Especial, nos bajaron y nos llevaron al primer piso. Me hicieron vaciar mis bolsillos. Llevaba la cedula y una pequeña libretita y unas pocas monedas. Me pusieron en una celda común junto a otros detenidos. Me preguntaron – ¿y a vos, porque te trajeron?... Que boludos! Los iban sacando uno a uno. Recuerdo que después de un tiempo alguien me alcanzó un sándwich de mortadela, único alimento por días. A mí, no sé por qué, me llevaron a una celda con un hermoso camastro de cemento con un tacho.

A  la madrugada, me bajaron a una habitación donde había una camilla. Me hicieron acostar y empezó el interrogatorio acompañado con descargas en los testículos. Los interrogadores Lombilla y Amoresano (buscar en Internet Sección Especial) comenzaron a interrogarme: con cachetadas yo, llorando de miedo, les decía que no tenía nada que ver. Uno de los dos, me agarró de la camisa de tal manera que se rasgó. Allí paró. 

En el diario La Prensa, apareció la noticia. Mi madre, enterada, apareció allí. Allanaron mi casa. Le dijeron que no estaba allí, que fuera a Ciudadela donde posiblemente estaría. – Yo sé que está aquí,  les contestó. Al otro día, seguramente informado por mamá, apareció  Abraham, esposo de mi prima hermana Anita.  No sé qué vinculaciones él tenía porque Lombilla me dijo: – Si llegas a decir que te tratamos mal, te vamos a ir a buscar. Me dieron una maquinita desafilada: – Aféitate.

Con la  presencia de uno de ellos,  nos abrazamos.

Estas pálido, ¿te paso algo?

Me trataron bien. Lo único que tengo, es hambre.

¿Le pueden pedir algo?

Tomé un café con leche con 6 medias lunas.

Bueno  pibe, te podes ir.

Allí terminó la historia. Nunca supe que decía el volante. Cómo salve mi vida… y por qué no soy del partido Gobernante. Todavía seguimos endeudados. 


Hace muchos años vi con mi  querida  esposa, la obra de Arthur Miller: “Muerte De Un Viajante“ y en el final, que muere, un amigo dijo: – Que lastima que murió, ahora que había terminado de pagar la última, cuota de la heladera…